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La lluvia en Sevilla

Obras completas

Algunos negocios pequeños resisten, e incluso prosperan, quizá por contraste a las grandes cadenas

Cómo no va a haber falta de albañiles en Sevilla, con la de obras que hay. Privadas, más que civiles, que también haylas, pero a otro ritmo. En las últimas semanas, por mis rutas de paso habituales, he visto remodelarse en tiempo récord varios locales inmensos, para su ampliación o apertura. Las obras han ido al paso de las balas. Infiero que esas jornadas de sol a sol, festivos incluidos, que más que obstaculizar, impiden el paso de los viandantes, están regladas y conformes a la ley. En pocos días, he pasado de saltar sobre las chispas de la rotaflex a (esta mañana) entrever el interior de ese local decorado hasta el último detalle, y he pasado de quejarme del camión mastodóntico que descargaba ladrillos a ver las baldas flamantes de un nuevo súper, que esperan la llegada inminente de miles de productos y de miles de personas dispuestas a darlo todo en las ofertas. Tanto de lo mismo me pasa con la construcción de hoteles en el centro: te despistas un mes y te montan un hotel-boutique en una esquina.

Todo este ruido de hormigoneras, a ritmo intenso en la creación de nuevos emplazamientos para cadenas de hoteles, supermercados y restaurantes, esbozan el perfil del porvenir: estos sectores o, mejor dicho, los "fuertes" de los mismos, están viendo el cielo abierto en Sevilla; ninguno de ellos se metería en gastos sin estar seguros de su éxito. Esto, que de primeras es una buena noticia, continúa esbozando el modelo (cuestionable) de ciudad que nos espera. Algunos negocios pequeños resisten, e incluso prosperan, quizá por contraste a las grandes cadenas; no somos pocos los que seguimos yendo a nuestra pescadería de confianza y al obrador antes que a los súper que, como señalaba el otro día Sánchez-Moliní, se extienden con furor de plaga. Y ni que decir si nos dan a elegir entre el nuevo bar abierto por un vecino y un restaurante de takakis a gogó. Obviamente, estos últimos no han pensado en mí ni en usted como futuros comensales; estos negocios tienen la vista puesta en esos visitantes que, a la salida del local, te paran y te preguntan por algún sitio "auténtico" al que ir. La respuesta suele ser: "Precisamente ahí, en el lugar de donde usted sale ahora mismo, se tiraban antes las mejores cervezas de esta parte de la ciudad".

Recogiendo: celebraría sin objeciones saber que hay sectores que se atreven a meterse en obras si ello se diera en negocios variados en su tamaño, capital y público objetivo, y en los que nuestras vecinas y vecinos fueran los dueños, y no sólo los empleados. Y, por supuesto, siempre que lo grande y turistificado no fuera en perjuicio de lo pequeño y lo local. Aprovecho, ahora que es la hora de más gastos, para animar a hacer la compra y tomarse un algo en los puestos, despachos, pequeñas tiendas, tascas y casas de comidas que haya por su barrio.

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