Orgullos

¿Qué amenaza supone la diversidad sexual Un hetero no pierde un ápice de su estatus frente a quien no lo sea

19 de junio 2023 - 01:15

Orgullo era aquello que te impedía bajar la cabeza. Crecimos haciendo de ese sentimiento una respuesta a la injusticia, para menoscabo de esa humildad invocada que (sean humildes, bajen los ojos, nos decían) es virtud a la que se le opone no el orgullo sino la soberbia, el pecado de los que tienen privilegios y se sienten siempre a salvo. De manera que sentirse orgulloso ha sido siempre una bandera de quienes ya no se quieren humillados. Habrá que reconocer que a veces el orgullo se manifiesta en circunstancias que no dejan de ser puro azar, como el hecho de nacer en un sitio y glosarlo en abstracto, sin hacer referencia a un comportamiento social ejemplar o valiente o generoso. Yo misma no sé si estoy orgullosa tanto de ser mujer sino de, siendo mujer, haber resistido a las presiones, haber trabajado por mi emancipación y haber aprendido de tantas que lo han tenido, y aún lo tienen, mucho más difícil. Por eso entiendo que una identidad sexual “no normativa” se defienda con orgullo, como reacción ante su persecución, condena y exclusión. Un orgullo que forma parte de una manera digna de entender la libertad y la igualdad.

Como estela de ese hito que fue Stonewall, junio es desde hace algunos venturosos años el mes del orgullo de la libertad sexual, con todas las siglas que caben cuando se rompe la monocromía de afectos y deseos. Hace tiempo que la Marcha del Orgullo, parte esencial de las celebraciones –pero no la única al menos en Sevilla– es fiesta y es voluntad de no bajar la cabeza ni arrastrar los pies. Ni dejarse humillar.

Una humillación gratuita, a eso quería llegar. Una de las personas más inteligentes que conozco, la comunicadora y empresaria Rosa Llacer –que se hizo como periodista en esta casa donde escribo, por cierto– me haco ver un punto de vista realmente inquietante. Hay supremacías y fobias que responden a una reacción práctica: a los blancos les costó y les cuesta repartir sus privilegios sociales con los de otra raza, a los hombres compartir espacio con las mujeres y, como paradigma de la resistencia a los cambios, a los ricos asumir que deben dejar de serlo, al menos tanto, si los pobres dejan de ser tan pobres y por tanto mano de obra barata, dócil y amedrentada. Romper esas desigualdades supone pérdida de privilegios que, si no legitiman, sí explican las reacciones en contra. Pero ¿qué amenaza supone la diversidad sexual? Un hetero no pierde un ápice de su estatus ni su tranquilidad frente a quien no lo sea. Además de una perversión y una exclusión flagrante, la homofobia es sobre todo una intransigencia gratuita que a nadie beneficia. Ni siquiera a los homófobos a quien que nadie amenaza porque a nada se les obliga. ¿Qué temen? ¿Qué pierden? ¿De qué ventajas son desposeídos? A efectos sociales, ciertamente resulta, y ustedes me disculpan, una solemne estupidez.

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