Las dos orillas

José Joaquín León

Oxígeno para CiU y PNV

UNO de los aspectos más reseñables de las últimas elecciones generales fue que el bipartidismo arrollador de PSOE y PP, la disyuntiva entre Zapatero y Rajoy, disminuyó los votos a los partidos nacionalistas. Los socialistas del PSE ganaron al PNV en el País Vasco (en las tres provincias) y los socialistas del PSC ganaron a CiU y arrollaron a ERC en Cataluña (en las cuatro provincias). Si esto ha ocurrido con los principales partidos nacionalistas del Estado, ¿qué decir del caso de Andalucía? La coalición de PA y PSA se quedó en extraparlamentaria. Y hay que recordar otro detalle: la ley D´Hondt, que beneficia a PNV y CiU, les ha permitido que su descenso electoral no tenga el reflejo que merece en las Cortes, e incluso les da la llave de la gobernabilidad para formar mayoría con el PSOE. Si hubiera un sistema electoral más justo, no serían decisivos para el resto de España.

Su descenso ha ocurrido, entre otras causas, porque en las elecciones generales la participación en Cataluña y el País Vasco es superior a las autonómicas. Así se aprecia desde los años de la transición democrática. Y es un síntoma de que existe un porcentaje de ciudadanos, que oscila entre el 15 y el 20 por ciento de la población censada, a los que la autonomía de Cataluña y el País Vasco parece no importarles. Es un grupo de ciudadanos que vota a los socialistas, y en menor medida a los populares, en las elecciones al Gobierno central, pero que pasa de las autonómicas, y eso también beneficia a los nacionalistas, como ocurriría en Andalucía si hubiera elecciones separadas. Chaves lo sabe.

Los gobiernos españoles se han plegado siempre a los intereses de CiU y el PNV, que han sido maestros en el arte de pedir. Ahora seguimos en las mismas. En realidad, no son los nacionalistas los que apoyarán al PSOE, sino el PSOE el que apoyará a los nacionalistas, dándoles una importancia que no tienen. Se acaba de ver en las negociaciones para la representación en la Mesa del Congreso, donde el peneuvista Josu Erkoreka se ha dado el lujo de llamar "cabestro" a José Bono, sin que pasara nada. Incluso el propio Bono acudió al quite, con un eufemismo simpático sobre mansos y bravos, sin decir ni mu. Imagínense la que se hubiera formado si Zaplana o Acebes llaman "cabestro" a un dirigente histórico del PSOE. Pero eso no excluye al PNV de los diálogos con Zapatero. A cambio ellos congelarán el plan Ibarretxe, un bonito detalle, después de demostrarse en las urnas que no representan ni a la tercera parte de la sociedad vasca. Soplan malos vientos para el nacionalismo vasco y catalán, y las broncas internas de PNV, CiU y ERC así lo reflejan. Es una pena que el PSOE, en vez de ponerlos en su sitio, ni más ni menos, les regale un balón de oxígeno.

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