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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La Palmera o cómo poner cara de tonto

Cada día parece más evidente que había un plan para especular con ese eje-jardín que es la Palmera

La técnica de Urbanismo para justificar su inexplicable apoyo a la destrucción de la Palmera ha sido el muy viejo método de poner cara de tonto. En concreto la del tonto legalista. Es ese mismo tipo de necio que, salvando las distancias, cuando ETA mataba a un guardia civil decía que eso no era ni constitucional ni democrático. Cuando se les pregunta a los responsables municipales sobre el chaletcidio que está sufriendo esta avenida para poblarla de mamotretos altamente rentables para inversores leonados, ponen cara de jurista y te dicen que lo permitía el PGOU, sin explicarte por qué nadie evitó o corrigió esa tara del planeamiento hasta que ya fue tarde. Y, sobre todo, qué intereses había en que eso fuese así. Porque cada día que pasa parece más evidente que había un plan para especular con ese eje-jardín que es la Palmera para convertirlo en una avenida dura y altamente rentable para algunos (como se reconoce off the record). En el caso de la mansión que se levantaba en el número 38 de la Palmera, última víctima de la piqueta y futura ubicación de otro edificio de estética Carrefour, el caso es más grave. "Es la ley, muchacho", te dicen para justificar la tropelía, pero tampoco dan explicaciones de por qué dicho proyecto se aprobó corriendo, en el último minuto, justo cuando al fin se iba a corregir la tara del PGOU de Monteseirín (el mismo que nos intentan vender ahora como "gran alcalde").

Por lo dicho, aciertan los arquitectos Luis Fernando Gómez Stern, Javier Queraltó y Ferrari Márquez al llevar el asunto a los tribunales. Es lo único que se puede hacer para combatir el síndrome del tonto legal que afecta a la Gerencia de Urbanismo en esta cuestión. Pero un Ayuntamiento no debería necesitar togas y balanzas para tratar estos temas. Le bastaría con cumplir con su función y reconocer que la Palmera es una vía muy singular arquitectónica, urbanística y botánicamente y que merece, como mínimo, protección y amparo. También con saber que su obligación es trabajar para la ciudad y sus habitantes, no para intereses más o menos ocultos que sólo buscan el beneficio económico sin importarle el destrozo que puedan realizar en el paisaje urbano. El nuevo alcalde, Antonio Muñoz, que como anterior responsable político de Urbanismo tiene alguna responsabilidad en todo este asunto, debería salir a la palestra y asegurarnos que no se van a ahorrar esfuerzos en parar el nuevo mamotreto de la Palmera. Se lo debe a la ciudad y a él mismo si quiere ser un alcalde creíble.

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