DESDE el abad de Montserrat al último monaguillo, el nacionalismo catalán anda moviendo los hilos para que Benedicto XVI se dirija este fin de semana al pueblo en la lengua de Mosén Verdaguer. No da puntada sin hilo el nacionalismo que sea, da lo mismo si catalán, vasco, gallego o afgano, la cuestión es combatir los complejos que con él se arrastra. Y nada más oportuno que hacer que el bávaro Ratzinger deleite al personal hablando en un idioma tan minoritario como es el catalán. Por supuesto que el Papa no tendrá otra que agarrarse a ese brindis al sol para no salir de allí de mala manera, casi de la misma forma que salen de la Monumental los que osan ir a los toros en Barcelona. Qué pesados con esa catetada del nacionalismo, qué falta de funcionalidad la recreación de la Torre de Babel, aunque viendo cómo en el Congreso se comunican mediante traducción simultánea nada puede extrañar.