DE una sociedad habituada a maltratar a las mujeres, a justificar la sumisión laboral y conyugal (cobrando menos y cobrándose palizas), en el trato a los animales no cabía esperar otra cosa que un exceso de brutalidad y una falta de compasión. España es, de largo, el país de Europa occidental donde persisten más tipos de diversión a partir del sufrimiento y sacrificio de animales. No piensen sólo en los toros, vaquillas y becerros, también les toca pagar el pato a cabras, burros, gansos, gallos y otras especies.

Semejante caldo de cultivo favorece el masivo abandono de perros tenidos como animales de compañía. Cómo será el contraste con países como Francia, Bélgica, Holanda o Alemania, que sus asociaciones de defensa de los animales ofrecen a sus simpatizantes la adopción de perros abandonados y maltratados en lugares como Sevilla, dando la alarma por el tercermundismo canino al sur de los Pirineos.

Hoy llega a Holanda, procedente de Sevilla, el galgo-taxi de la asociación Greyhound Rescue Holland. Transporta más de una docena de galgos adoptados y los sacan muchas veces de paseo para que el largo viaje se les haga menos fatigoso.

En el viaje de ida, el vehículo vino cargado de mantas, abrigos, comida y juguetes donados por familias holandesas para los ejemplares que son recogidos por la asociación protectora Sofía El Refugio Escuela y quedan a la espera de la entrega en adopción.

Los dueños de esos galgos eran cazadores que los han abandonado porque ya no les sirven para su diversión y negocio. Seguro que apoyan la manifestación celebrada ayer en Madrid, casualmente en campaña electoral, en apoyo a la caza recreativa y en contra de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad. Siguen pensando que tienen derecho de pernada sobre todo bicho viviente, igual que antes era una gracieta decir que la mujer en casa y con la pata quebrada. En España falta amor y sobra violencia.