La tribuna económica

Joaquín Aurioles

'Phasing out'

SE puede traducir como eliminación o desmantelamiento progresivo y se ha convertido en uno de los términos preferidos por los adivinos y videntes de la economía en sus pronósticos para 2010. Dado que se admite con generalidad que la fase negativa del ajuste a la crisis culminará durante la primera mitad del próximo año, se prevé que las medidas excepcionales para evitar el desmoronamiento del sistema durante 2009 se irán desactivando progresivamente a lo largo de 2010. La política económica tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos, incorporando medidas propias de cierre de una época de crisis, es decir, de reparación de desperfectos, y, sobre todo, de conformación de un entorno propicio a la recuperación pensando, no sólo en los que han conseguido sobrevivir a la catástrofe, sino también en las actividades emergentes. De las crisis siempre se ha dicho que aceleran los cambios y la demografía empresarial, es decir, la defunción y el nacimiento de nuevas empresas y actividades, y que las sociedades que más se renuevan son también las mejor preparadas para afrontar una nueva época. Es la parte positiva que emerge de la tragedia y que responde a un aserto tan contundente como el de que lo mejor que se puede hacer cuando una pieza deja de funcionar correctamente es cambiarla por otra nueva. El problema de la economía es que las piezas son empresas y empleos y que la renovación no sólo implica costes económicos, sino también sociales, lo que explica que algunas economías, como la española, se resistan a que el proceso de phasing out, es decir de retirada de las ayudas excepcionales contra la crisis, se produzca antes de abandonar la recesión.

Una de las principales amenazas para los hogares españoles proviene del Banco Central Europeo, que hace un mes eliminaba una de las medidas excepcionales para atender la crisis de liquidez de la banca europea, las subastas de crédito a 12 meses, y de sus próximas decisiones sobre tipos de interés. Como es lógico, si hay movimiento será al alza, aunque por el momento se transmite la conformidad con el funcionamiento en su nivel actual. La previsible evolución de la inflación y del desempleo son las principales garantías de estabilidad a corto plazo, además de la insuficiencia del crédito que llega al sector privado, pero todo podría cambiar si se consolida la recuperación de las economías centroeuropeas y si, como consecuencia de ello, se animan el consumo y la demanda de crédito. La previsión del FMI es todavía modesta para las economías desarrolladas, apenas un 1,3% de crecimiento para el conjunto y tan sólo de medio punto para la Unión Europea, así que no es previsible ni que se dispare el consumo, ni que aumente significativamente el empleo. Para las economías emergentes las previsiones son mucho más optimistas, esperándose un crecimiento medio superior al 5%. Entre ellas, el conjunto de Latinoamérica, que habría que considerar como phasing in, es decir, como un espacio con el que habría que intensificar las relaciones económicas, a pesar de que la situación es muy desigual y de la inestabilidad política en algunos países.

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