La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Para entrar en la Catedral y El Salvador los sevillanos deben identificarse como nativos. Pronto también tendrán que hacerlo para acceder a la Plaza de España. La entrada a la Catedral, informa la web oficial, “incluye la visita gratuita a la Iglesia de El Salvador”. En ambos casos no se trata de espacios anexos museísticos o monumentales, como la Giralda o el Patio de los Naranjos del que durante siglos disfrutaron los sevillanos, sino del recinto sagrado, del lugar de culto. También se informa de quienes pueden entrar gratis: “Naturales o residentes en la Archidiócesis de Sevilla / Menores de hasta 13 años acompañados por un adulto / Discapacitados a partir del 65 % y un acompañante en caso de necesitarlo / Desempleados nacionales”. En la web se avisa de que “estos horarios pueden verse modificados debido a la celebración de actos de culto y actividades culturales”. En el caso de El Salvador no es necesario: solo hay una misa a las ocho y si las hermandades celebran besapiés o besamanos se acota debidamente el espacio para que nadie se cuele en la zona de pago.
Habrá que ver las condiciones de acceso de los nativos a la Plaza de España en la que tantos sevillanos disfrutamos de niños de la navegación en las barcas de madera pintadas de verde y blanco o de un paseo en el charrete de madera tirado por un burrito. Hay abundantes testimonios gráficos porque, como en la Plaza de América haciendo de palo de gallinero para las palomas, era habitual fotografiar a los infantes subidos en el charrete. También jugaban los niños en el Patio de los Naranjos, metían los pies en las acequias, cogían babosas en ellas, batallaban a naranjazos, miraban el reflejo de la Giralda en las aguas verdosas de la fuente o contemplaban con asombro el lagarto, mientras la mayoría de los transeúntes se daban el gusto de cortar de Virgen de los Reyes a Alemanes pasando por tan hermoso espacio.
El cierre de la Plaza de España, se nos dice, servirá para sufragar los costes de mantenimiento del monumento. Cabe preguntarse, cuestión más peliaguda en los casos de la Catedral y El Salvador por tratarse de templos, para qué sirve restaurar y conservar monumentos si pierden parcial o totalmente su uso para convertirse en saca dineros de turistas, restringiendo su acceso a los nativos que han disfrutado libremente de ellos para ganancia de sus almas y esparcimiento de sus cuerpos.
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