La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Mucho se está escribiendo sobre la Plaza de España de Sevilla desde que el Ayuntamiento anunció la idea de cerrarla y cobrar por entrar. Aunque ya hace meses fue elegido el lugar con mayor interés turístico de España, y segundo del mundo por detrás de los templos de Angkor Wat en Camboya, National Geographic publicó hace pocos días un reportaje sobre las razones que convierten al edificio diseñado por Aníbal González en un lugar único. No sorprende que se hable y escriba tanto sobre su importancia, sus cualidades arquitectónicas y la influencia en la historia reciente de Sevilla. Y que muchos la visiten para un paseo familiar de mañana de domingo o como visita turística y que otros pongan sus ojos en el edificio como sitio para celebrar acontecimientos, fiestas, conciertos y actos de todo tipo. Así ha sido desde los Festivales de España en los años sesenta del pasado siglo, con una programación de primer orden como el Ballet de Pilar López, Antonio Ruiz Soler y grandes éxitos de teatro, hasta hoy en día en que es un espacio solicitado para actividades extraordinarias. Y es que ser un lugar de celebraciones es consustancial con el origen del edificio, para eso fue concebido, como pabellón de representación de España en la Exposición de 1929 y allí tuvo lugar la gran ceremonia de inauguración.
La Exposición Iberoamericana fue el gran acontecimiento que, junto con el Parque de María Luisa, supuso el gran ensanche que Sevilla no había tenido y punto de arranque para ser la ciudad cosmopolita y de acogida que siempre habíamos añorado desde que se llevaron la flota y la Casa de Contratación a Cádiz. Siempre ha estado en el imaginario sevillano volver a ser lo que fuimos (¿de qué me suena la frase?), una Nova Roma, una nueva Babilonia, con una mirada a Europa y otra a América, una cara al futuro y otra mirando atrás y quedarnos como figura de sal. Como la estatua del dios Jano que corona la fuente del patio de la Casa de Pilatos. La divinidad romana de la memoria y de los proyectos, a la que invocaban los antiguos romanos al iniciar una actividad. El dios de dos caras me permite establecer una metáfora con los tiempos actuales de Sevilla. Una ciudad que no proyecta con nitidez un futuro, un claro proyecto de ciudad, y que debe construirlo desde el respeto a su pasado, tanto al más lejano como al más reciente.
Para el centenario de la Expo del 29 faltan solamente cinco años. Mil ochocientos días, como diría Jacinto Pellón, y no hay que perder ni uno solo. Es la ocasión perfecta para pensar de una vez, de manera amplia y en toda su extensión el recinto: desde la estatua del Cid en el Prado hasta la Glorieta Plus Ultra al final de la Palmera. Y por supuesto con los dos grandes referentes, el Parque de María Luisa y la Plaza de España. Claro que hay mucho que pensar sobre la Plaza de España, porque nos es un edificio ni una plaza cualquiera, es algo más, es un símbolo de toda la ciudad en el mundo. Lo que tengan que hacer, háganlo bien.
También te puede interesar