Francisco correal

Presupuestos

Los PGE son como la dote de la boda, pero a este Gobierno le han salido muchos novios

Cuando Ignacio Camuñas, Nacho de noche como le llamó Umbral, dejó el Gobierno de la UCD que presidía Adolfo Suárez, los humoristas mostraron su enfado porque era un político que les daba mucho juego. Las viñetas gráficas tienen una carga editorial que no tiene nada que envidiar a las sesudas reflexiones de los periódicos. La situación actual se puede cotejar con dos viñetas de la prensa. Una es de Mingote en el ABC. El histórico dibujante y académico cumplía años el mismo día que su amigo Forges, de quien sus hijos acaban de editar un divertidísimo libro titulado Cupido for you. El chiste de Mingote es el complemento perfecto de una foto en la que amistosamente charlan en la Moncloa el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con los líderes sindicales Unai Sordo y Pepe Álvarez. En el chiste de Mingote, unos parroquianos compartían la barra de un bar y uno de ellos decía: "La clase trabajadora empieza a estar harta y en cuanto haya un Gobierno de derechas, nos van a oír". Estos líderes sindicales, herederos de aquellos Redondo y Camacho con apellidos de laterales, ignoran la raíz profundamente reaccionaria de todo nacionalismo. Esto ya no es un chiste.

La otra viñeta la publicó hace unos cuantos años El Roto en El País, nombre artístico de Andrés Rábago. Su humor es una mezcla vitriólica de los pensamientos de Cioran y el Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce, dos artefactos del intelecto que muchos conocimos gracias a la mediación de Fernando Savater. En aquella viñeta, dos hombres contemplan un cuadro abstracto. Uno de ellos le dice al otro: "Ya entiendo el cuadro. Lo que no entiendo es el precio". Algo parecido ocurre con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que por fin van a dejar de ser de Montoro. Es diáfana la llamada mayoría de la investidura, el álgebra de los votos. Lo que no está tan claro, aunque nos lo podemos imaginar, es el precio. Los presupuestos de un Gobierno son como la dote de la boda, pero a esta novia gubernamental le han salido muchos novios. Casado con todos, parafraseando una película que protagonizó Kim Basinger. Ahí reside su fuerza numérica, también su fragilidad conceptual. Es verdad que son un montón de partidos, siete le salían a la ministra Celaá en el recuento de los que apoyaron su ley. Pero si uno repasa los apoyos partido a partido, que diría Simeone, recuerda la respuesta de Botines, el gangster de Con faldas y a lo loco que es cogido in fraganti por la policía en un garito de juego y comercio ilegal. Cuando el agente lo amenaza con la cárcel y le invita a buscarse un buen abogado, le responde: "tengo los mejores". Y se levantan al alimón cuatro tipos con pinta de cortadores de troncos. "Todos de Harvard". Pues eso. Todos de la Sorbona o de Oxford. Pero al menos ya han dejado tranquilo a Montoro, cuyos presupuestos eran como un estigma conservador en este Gobierno progresista que está a salvo de los silogismos de Mingote. Pedro Sánchez ya se debe sentir un nuevo Giscard.

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