La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Crónica levantisca
Rosa Díez es como esos espías torpes de John Le Carré, almas banales capaces de desatar una atrocidad para disfrutar de un minuto de gloria. Había pocos defensores del indulto a los presos independentistas, pero Díez ha logrado que la plaza de Colón, antes que Cospedal, eclipse la polémica decisión del Gobierno y su manifiesta torpeza para explicarla. Sólo Santiago Abascal se ha sumado sin atisbo de dudas a la llamada de Rosa Díez, Pablo Casado irá mimetizado entre la multitud e Inés Arrimadas... Inés, creo que va a perder el avión otra vez.
La derecha más combativa se ha rebelado contra la supremacía moral de la izquierda, le ha dado un nuevo enfoque a la dialéctica de bloques con esto que llama la guerra cultural. Y acierta, la izquierda ha luchado desde la Segunda Guerra Mundial con una derecha que salía al ring con las manos atadas. Franco, Hitler y Mussolini eran -y lo fueron- unos desalmados, pero Stalin, Fidel y Mao querían el bien de sus machacados pueblos. Y así se han llevado medio siglo, aguantando.
Pero los referentes intelectuales que se está buscando en el socialismo arrepentido sirven para llenar una bota de turbios, unas singularidades que no pasarían un control de consistencia. Claro que se puede transitar de ideología, pero sin olvidar el riesgo de incurrir en despropósitos estéticos. Un poco de pudor es necesario en estos giro copernicanos, recurso que puso de moda en sus días Ramón Tamames cuando se pasó desde el comité central del PCE al CDS de Adolfo Suárez para echar a Juan Barranco, socialista, de la Alcaldía de Madrid para poner a Rodríguez Sahagún. En efecto, un giro copernicano.
Rosa Díez, Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, Corcuera y, antes, Cristina Alberdi serían capaces de levantar al PSOE de Pedro Sánchez con una eficacia que ni el otro Redondo, Iván, se atrevería a pensar. Lo de Leguina ha sido magnífico, el tipo milita en un partido, que como su nombre indica es parcial, de parte, inequívoco, pero apoya a otro, al de Díaz Ayuso, y cuando Ferraz le abre expediente, hay librepensadores que denuncian la falta de libertad en el PSOE, aunque su jugada haya sido como si Messi tirase a puerta de Ter Stegen en un ejercicio de virtuosismo.
Lo mejor ha sido el enaltecimiento de Rafael Vera y su indulto, aquel que se ganó después de haber coordinado el secuestro de Segundo Marey en Francia, y es que nada como la guerra sucia para ahondar en los erráticos caminos de la hipocresía.
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