Luis Carlos Peris

Rebeldes, sí, pero con causa

desde mi córner

La forma de contratacar la Liga a la petición de los clubes contestatarios hará que éstos se radicalicen más

12 de agosto 2012 - 01:00

EESTAMOS asistiendo a un nuevo secuestro en nuestro fútbol, en ese fútbol tan rico en secuestros. Se trata del que sufre la Liga de Fútbol Profesional ante la estupefacción de trece clubes a los que, para más inri, les han colocado el remoquete de rebeldes. Rebeldes que defienden sus derechos bajo un sistema en que subyace la indefensión más rotunda. El último episodio es el de la flagrante manipulación de convocar una asamblea precisamente el día que los denominados rebeldes habían pedido una Junta de División sin injerencias de entidades a las que ni les va ni les viene la problemática de horarios, repartos y tal.

En vez de Junta de División, Asamblea. De esta manera también influye en las decisiones la Segunda División, con mayoría de votos y a lo que diga el hombre que representa a toda la categoría, Javier Tebas. Y así, estando en inferioridad numérica los rebeldes, de nada servirán sus argumentos a no ser que elijan la medida que ha puesto de moda ese sosias del Risitas que ejerce de alcalde, diputado, salteador y no sé de cuántas cosas más. Sólo les queda a estos rebeldes actuar por la tremenda y no creo que sea lo más pertinente en unos momentos en que el fútbol es un asidero para tanta gente en el que agarrarse a la ilusión de seguir viviendo y a la fe por el futuro.

Esto de la Liga de Fútbol Profesional es, por tanto, un secuestro en toda regla por el que quien se mueve no sale en la foto. Se han hecho con un rodillo y no quieren desaprovechar su uso por el método de sacarlo a pasear cuando un importante, pero en inferioridad numérica, grupo de clubes recibe algo que no demandó, una cosa así como lo de que si no quieres caldo, dos tazas y a seguir clamando en el desierto. Los rebeldes lo son con causa más que justificada y desde este martes 14 de agosto, lo más probable es que se radicalicen más al ver cómo en su propia casa son boicoteados y tratados con unos métodos que no parecen, precisamente, los más ortodoxos.

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