Antonio Gutiérrez Limones

Renovar el liderazgo industrial

La tribuna

06 de agosto 2013 - 01:00

HACE apenas unos días tuve ocasión de presentar en el Consejo de Europa una declaración escrita promoviendo la reindustrialización de Europa que fue suscrita por un buen número de formaciones políticas de diferentes países. La necesidad de reindustrializar la Unión Europea obedecen no solo a la importancia que el desarrollo industrial tiene para el crecimiento y la calidad del empleo; representa la esencia de Europa: la vocación de crear, innovar y producir. Lo que hizo que un pequeño y atrasado rincón del planeta como Europa liderara el mundo fue, precisamente, nuestra capacidad para utilizar las invenciones propias y ajenas con un propósito productivo. "El ascenso de las potencias occidentales a la hegemonía global fue un efecto diferido, muchos años después, de la apropiación de las invenciones chinas. Sin embargo, las aplicaciones efectivas procedían de Europa, y fue en Europa donde empezaron las revoluciones científica, comercial, militar e industrial" (1492. El nacimiento de la modernidad).

Europa debe recuperar la senda del crecimiento y, sobre todo, el liderazgo mundial. Seguimos siendo la economía más grande del mundo, la mayor potencia comercial, representando el 7% de la población mundial, producimos el 25% de la riqueza y somos la sociedad del mundo que más invierte en gasto social.

Creo que es hora de concretar varios consensos que sobrevuelan todos los diagnósticos pero no acaban de convertirse en un programa de acción. El más urgente es dotarnos de una política de crecimiento. Eso no quiere decir que no se hayan cometido excesos en el pasado, significa reconocer lo que todo el mundo sabe, que estamos en un círculo vicioso de recortes, ausencia de crecimiento, escaso consumo… hay que acabar con esta situación.

En segundo lugar ha de reconocerse a la industria el papel que le corresponde en un modelo de crecimiento equilibrado. En Europa y en España asistimos, desde hace tiempo, a una caída de la producción industrial. En la Eurozona la caída interanual fue del 3,7%. EEUU creció, el pasado 2012, un 2,5%. Este declive se confirma al observar la evolución de la lista de países con más capacidad de producción industrial. Ninguna nación puede aspirar al liderazgo si carece de base industrial.

En tercer lugar debemos acabar con la ingenuidad, como decíamos en la declaración presentada en el Consejo de Europa: "Vivir de espaldas a la hiperactiva política industrial de los países emergentes ha demostrado ser un error". Pensemos, por ejemplo, en las razones que hacen posible que una desconocida empresa originaria de China pueda abordar un canal que cruce Nicaragua y se convierta en la alternativa al Canal de Panamá. Son bastante sencillas: las empresas chinas, las públicas y las privadas, tienen un apoyo sin fisuras del Gobierno para impulsar iniciativas enmarcadas en una estrategia nacional.

En cuarto lugar, debemos apoyar la industria realmente existente. El tropismo que anima muchas de nuestras políticas es el adanismo, los nuevos comienzos, la creación de empresas… Seguramente son iniciativas necesarias, pero debemos poner el foco en ayudar a quienes ya están en el mercado. Estudiar sus necesidades de financiación, o formación, facilitar la cooperación con otras empresas y - sobre todo- ayudarles a incrementar su tamaño. La falta de "peso", uno de los problemas medulares de nuestro tejido productivo.

El desafío es convertir esas ideas en un proyecto compartido. Hace no mucho tiempo se publicaba el informe Un decálogo de retos de la innovación para la competitividad de España (Cotec); en él se da cuenta de los datos de situación y, aunque sólo fuera por eso, merecería la pena su lectura. Pero hay más, al final de cada uno de los puntos del decálogo figura un listado de experiencias de éxito que corroboran la necesidad de un proyecto articulado que coordine y priorice los esfuerzos de todos, que evite la dispersión. En nuestro país contamos con excelentes diagnósticos, ya que no proyectos, en el mismo sentido. Cabe destacar el informe del CSIC Funciones y organización del sistema público de I+D en España. La mayor crítica que se formula a nuestro sistema es, precisamente, la ausencia de una estrategia nacional de innovación, la inexistencia de una gobernanza capaz de articular los esfuerzos de todos los actores y distribuir recursos con arreglo a un proyecto colectivamente asumido.

La unidad de acción no surgirá de una orden, será la consecuencia de un proceso en el que el diálogo nos permita construir un relato común y un plan de acción conjunto. Pocas veces España y Europa han necesitado, con tanta urgencia, una alianza para renovar su liderazgo.

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