Carlos / Colón

Restaurar, no derribar

La ciudad y los días

06 de diciembre 2014 - 01:00

Ypor una vez se impuso el sentido común democrático, terminaba ayer recordando la Transición. En 1978 los socialistas habían pasado por Suresnes, los comunistas por el eurocomunismo y nacía por convicción (monárquicos, democristianos, liberales) o por estrategia (aperturistas del Régimen) una derecha democrática, mientras el búnker se consumía enrocado en el franquismo. Políticos sin rémoras vergonzantes -González- o que dejaron atrás pasados totalitarios -Carrillo, Fraga, Suárez- supieron interpretar la voluntad mayoritaria. De alguna manera la Transición fue el triunfo de esa tercera España minoritaria y siempre sofocada, cuando no masacrada, por las dos Españas. Dejábamos de ser ese "trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín".

Esto es lo que hoy celebramos. Si hasta los textos sagrados se interpretan para que la letra no mate al espíritu, la Constitución puede y debe ser actualizada cuando las circunstancias lo exijan. Pero sin intentar abolir el espíritu de la Transición, sin saltar por encima de él. Porque antes del 6 (referéndum) y el 29 (entrada en vigor de la Constitución) de 1978 -en ese largo periodo que va de 1814 a 1975- nuestra historia se resume en el tremendo, extraordinario poema de Gil de Biedma: "De todas las historias de la Historia la más triste es la de España, porque termina mal. Como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios, decidiese encargarles el Gobierno y la Administración de su pobreza".

¿Estamos hartos o aburridos de tres décadas de libertades democráticas? ¿Nos cargaremos, en vez de reformarla con prudencia, realismo y eficacia, la Constitución del 78? ¿Abjuraremos del espíritu conciliador y constructor de convivencia de la Transición? ¿No seremos capaces de restaurar esas grandes creaciones estabilizadoras que son los dos partidos mayoritarios de izquierda socialdemócrata y derecha liberal? ¿Morderemos el anzuelo federal que complicará y encarecerá el estatus autonómico sin resolver la egoísta irracionalidad independentista? ¿Encargaremos el gobierno a quienes - está claro lo que son- administrarán nuestra pobreza?

Nota para despistados: desde las restauraciones democráticas en 1985 y 1990, Uruguay y Chile -junto a Puerto Rico- se han convertido en los países con mayor calidad de vida y transparencia de América Latina. ¿Saben cuál es el percibido como más corrupto? Venezuela.

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