Rody Aragón está aquí

Los carteles del circo anuncian que el gran espectáculo 'Había una vez...' ha levantado su carpa en Sevilla

El paseante otoñal tiende al libre deambular. Se propone una meta: carecer de toda meta o llegada precisa. Hay que tener vocación para perderse, si bien sabemos que una ciudad es un mapa cuarteado por calles, avenidas, parques, algún río, rotondas, puentes, circunvalaciones. Un libro de Kathrin Passig y Aleks Scholz nos enseña a adquirir la irresistible vocación: Perderse es dulce. Pequeño manual para perder la orientación y aprender a vagabundear sin meta.

En otoño, el paseante absorto está de suerte. La caída del sol lo orienta más que nunca en su andar sin reclamo. Llegó el equinoccio a fines de septiembre. Salvo en los polos, en todo el mundo el sol surge ahora exactamente por el este, se oculta con precisión por el oeste y tanto el día como la noche duran doce horas. En estos días equinocciales, uno se orienta más fácil con el sol. Cada paseata es un deleite. El alba indica el este con exactitud, igual que el ocaso lleva al oeste. La posición del sol alarga nuestra sombra en las aceras y se nos afina la contemplación. Una espadaña por Santa Paula. Los destrozos urbanos en la avenida de la Palmera. La campa vacía de la Feria junto a Tablada. La estatua de Machín, cagada por los pájaros, en la plaza Carmen Benítez. Las torres de pisos por San Diego o por Santa Fe (¿no retienen aún cierto aroma a confinamiento?).

Deambulando con dulzor, nos topamos de pronto con una jeta entrañable y aterradora a la vez. Es el payaso Rody Aragón. Los carteles del circo anuncian que el gran espectáculo ambulante ha levantado su carpa en Sevilla. Acróbatas, trapecistas, magos, malabares y humoristas acompañan al Circo Berlín (eso sí, sin sufrientes animales). El showHabía una vez…, el de los antiguos payasos de la tele, forma parte de la magia. Vemos a Rody, hijo de Fofó y sobrino de Gaby y de Miliki, tocado con su rojo bombín. Todos han muerto. El cartel, decíamos, nos resulta amable y terrorífico por igual. Antaño nos reímos con las aventuras de los payasos (Miliki limpiando con plumero la calva del señor Chinarro). Pero la sonrisa de Rody nos asusta y deprime bajo la cárdena luz del ocaso. En el fondo lo agradecemos, puesto que nos pone depresivamente a tono. Mañana, 7 de octubre, es el día de Ntra. Sra. del Rosario (el papa Pío V instituyó su advocación tras la batalla de Lepanto contra el Turco, la que ahora cumple 450 años). Pero mañana también es el Día Europeo de la Depresión. Rody Aragón sabrá perdonarnos la neura pasajera. Puede que hasta nos haga reír. Pero la risa, como la dentadura de los viejos, puede ser postiza.

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