Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Rossi, Pertini, Giancarlo

Al rey Juan Carlos I lo pillaron en la cacería de Botswana y ahora se ha abierto la veda contra él

La muerte de Paolo Rossi movilizó los mecanismos de la memoria. Sus goles a Brasil y sobre todo su actuación en la final del Mundial de España 82 contra Alemania me llevaron a los saltos de alegría de Sandro Pertini, que celebraba el triunfo con un rey español que podía ser su hijo; monarca que representaba a una selección que había empatado con Honduras y perdido con Irlanda del Norte pero también a un país que vivía con ilusión las expectativas de una nueva era. El rey Juan Carlos I tenía 44 años; Alfonso Guerra tenía los 42 años que ahora tiene Pablo Iglesias; Felipe González, que ese año sí ganó por goleada, los 39 años que tiene Pablo Casado. Tranquilos, que los políticos actuales ya tendrán ochenta años.

Los más jóvenes tal vez ignoren que España tuvo un rey que paseaba por el mundo como una estrella del rock o de la ópera. Un prestigio del que da cuenta el historiador Charles T. Powell en su biografía Juan Carlos. Un rey para la democracia (Ariel/Planeta). El libro salió en 1995, el año de la boda de la infanta Elena, y yo lo he terminado de leer en diciembre de 2020, en pleno divorcio del Rey emérito con una parte de la sociedad española. Lo pillaron en fuera de juego cuando fue a cazar a Botswana y ahora se ha abierto la veda para la cacería del Rey. Es la especialidad de un programa de Televisión Española a cuyo lado La Tuerka de Pablo Iglesias es Un globo, dos globos, tres globos.

Cuenta Powell que el rey Juan Carlos I llegó a estar nominado para el Nobel de la Paz; fue el primer jefe de Estado extranjero desde 1919 que se dirigía a la Asamblea Nacional Francesa, invitado por Mitterrand; el primer monarca europeo que habló ante el Parlamento israelí. Aficionado a los deportes, tuvo lesiones por la práctica del esquí, la natación o el motociclismo. Cuando Sabino Fernández Campo lo vio bajar en camilla del avión después de una caída en una pista suiza, le dijo: "Señor, con todo respeto, he de decirle que un rey sólo puede tener ese lamentable aspecto si viene de las Cruzadas". La lesión de ahora es mucho más grave, porque sus heridas son morales y esas tardan en cicatrizar. Pero hay gente que lo está disfrutando de lo lindo y vive su noche de Varennes con esta guillotina simbólica.

Para la elaboración de este libro, Powell habló con la mayoría de los protagonistas de la Transición. Una historia de generosas renuncias. Adolfo Suárez se la jugó ante los militares legalizando al Partido Comunista y los comunistas legalizaron la Monarquía, con Carrillo a la cabeza, antes que el PSOE como Sevilla con Roma en el dogma de la Inmaculada según cantaba Silvio.

No se puede humillar así a una persona de 82 años, la edad que tenía Franco cuando murió. Es obvio que el Rey se equivocó y el Santo Oficio lo ha pillado in fraganti en el VAR de la Historia. Igual todo se resume en la frase del histórico dirigente socialista Pablo Castellano: "¡La única noche de su vida que me importa es la del 23 de febrero de 1981!". Que la pasó con él su hijo Felipe, que tenía 12 años. Anatomía de un instante, ese juego de espejos que enhebró Javier Cercas en su libro.

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