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tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El Roto o la crisis intuida

AYER recibí de Andrés [El Roto] su último libro -Viñetas para una crisis (Reservoir Books, Barcelona, 2011)-, un grito sutil de esperanza frente a las patologías del poder. "La degradación moral -argumenta uno de los portavoces de su bestiario- produce un ascenso social igual al volumen de dinero que desaloja". Por casualidad, días atrás, definía al autor como el filósofo español de la crisis.

Mucho antes de que el presidente amortizado nos descubriera que estábamos descalzos -ruina de zapatero-, El Roto ya nos mostraba el diagnóstico de un sistema en quiebra, los aguafuertes de los grandes episodios globales. Su sonda penetra en los subterráneos del tinglado y nos devuelve la radiografía de la conjura de los necios. Personajes con lentes oscuras que se mueven en las cloacas del poder, donde conviven los autoritarismos encubiertos, los tiburones, las internacionales de la corrupción y los rescatadores. Como dirían los clásicos, sus trazados agudizan las contradicciones del sistema.

El Roto, en una nota breve, descubre su herramienta de trabajo: "El instrumento de la sátira nos dota de esos rayos X con los que, literalmente, podemos verle los huesos al sistema". En las primeras páginas, un rostro sin mirada, encaramado en el púlpito de la hegemonía, se dirige a una masa de fieles que dan la espalda al lector: "Nos llevamos millones y el Estado los repuso. ¿Cómo pueden decir que el sistema no funciona?" Y más adelante, otro conjurado ordena: "El tinglado se desinfla, sigan soplando".

El Roto rebusca en las entrañas y nos muestra, en punzadas ácidas, la esencia del cinismo, el guión de la mascarada. "¿El bien común?", se pregunta un tipo abyecto, que no duda en responder: "¡Eso suena a comunismo!" Reduce al absurdo el primer gran asalto global al furgón blindado, cuando un deshumanizado personaje dice: "La economía la lleva una casa de apuestas, sí. ¿Qué pasa?" Y humaniza a dos nobles vacas, cuando una de ellas le confiesa a la otra: "Como incentivo a la productividad me han ofrecido acciones del matadero".

La fuerza expresiva del dibujo es determinante en el efecto dramático de las viñetas, como se comprueba al leer estas letras sin música, por excelentes que sean los retazos de la partitura. Experto en sismología, hace décadas que Andrés Rábago nos advirtió de las fallas tectónicas que presagiaban el cataclismo. Quienes no le conocen, lo imaginan triste y pesimista, lejos de la realidad que alumbra la esperanza del que sabe ver, más allá de los huesos del sistema, su osario. La viñeta final del libro corrobora lo dicho: "Oscurece, por lo tanto amanecerá".

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