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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Rubalcaba: de Marco Aurelio a Cómodo

Si el PP se desmoronó perdiendo, el PSOE lo hizo ganando. Ganar con Sánchez es una forma de perder

El aire de veterano senador romano que tenía Rubalcaba, con un punto de ironía socrática en la sonrisa y la mirada inteligentemente desafiantes, me lo representa como un fiel servidor de su Roma -que era España- en el declive de momento imparable que llevó a su partido de la era González a las de Zapatero y Sánchez. Ser ministro con González para después serlo con Zapatero, y ser secretario general de su partido entre Zapatero y Sánchez, se parece a ser tribuno o cónsul bajo el mandato de Marco Aurelio para después serlo bajo Cómodo. Si el PP se desmoronó el 28 perdiendo, el PSOE lo hizo ganando. Ganar con Sánchez es una forma de perder aún más radical que hacerlo con Casado. Porque la derrota del PP, sobre todo si se agranda el próximo 26, puede dar paso a una refundación; pero la victoria de Sánchez condena al PSOE a seguir cayendo en la mediocridad, la desafección con respecto a sus valores y la puesta en almoneda de más de un siglo de historia, sobre todo de lo mucho que el partido ganó tras sus sucesivas refundaciones entre los XXVI (1974) y XXVIII (1979) congresos, más el extraordinario de septiembre del 79.

Rubalcaba ingresó en el PSOE en 1974, con 23 años, el año del congreso de Suresnes, cuando el partido superaba una dolorosa escisión y sólo contaba con 2.500 afiliados. Eran los años en que los comunistas, líderes de la oposición, decían que los socialistas cabían en un taxi. Desde el triunfo electoral del 82 tuvo un creciente protagonismo político en cuestiones educativas como director del Gabinete Técnico de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación, director general de Enseñanza Universitaria, secretario general de Educación, secretario de Estado de Educación y finalmente, en 1992, ministro de Educación y Ciencia. Este hombre entró en el PSOE cuando vivía Franco -no cuando es una momia- y nadie sabía qué pasaría tras su muerte; e inició su carrera política con responsabilidades de gobierno en la primera y brillante década de González. La terminó como secretario general en los años negros socialistas de las debacles electorales hasta su retirada en 2014, dejando tras él a Pedro Sánchez. Mal final para tan buen político que, en lo que se refiere al fin del terrorismo y la abdicación de Juan Carlos I, demostró tener sentido de Estado. En el dolor, creo que sincero, de su partido tal vez incidiera la sensación de estar despidiendo un tiempo mejor que este.

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