La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Objetivo, el Rey
Este 15 de agosto totalmente vacío el hondo silencio y la soledad profunda de su tarde anegan la mañana sin procesión de la Virgen de los Reyes. Suenan las campanas de la Giralda en la plaza de la Virgen de los Reyes, Alemanes, Avenida, Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, muertas sin músicas, sin nardos, sin rezos, sin miradas, sin la sonrisa más antigua, santa y sabia de Sevilla. Vuelan después sus repiques sobre una ciudad que se diría desierta: torres martirizadas por el sol, cúpulas bajo las que dormita la penumbra de iglesias vacías, ventanas cerradas y persianas echadas desde media mañana, sillas y veladores apilados tras las cristaleras de los bares, bostezo de maniquís en los escaparates de las tiendas cerradas, desolación de avenidas desiertas en las que el asfalto se disuelve en un tembloroso espejismo acuoso.
Hay tres tardes hondas como pozos en el calendario sevillano, en las que lo vivido por la mañana multiplica la sensación de tristeza, soledad y vacío a partir del mediodía. La tarde del Viernes Santo después que se cierren las puertas de la Basílica, se despueble la Resolana y caiga sobre Feria, Relator, Parras y Escoberos un silencio y una soledad cuya tristeza es proporcional a la felicidad, la luz, la alegría y la comunión de los santos -que allí se llama bulla de cuerpos apretados y almas que vuelven a abrazarnos- que en ellas se vivió esa mañana. La tarde del Corpus, olor a cera y romero en la desierta calle Francos. Y la tarde de la Virgen de los Reyes.
Como el año pasado, el vacío de la tarde ha vuelto a anegar la mañana. No sé si la importancia de esta breve procesión sigue inscrita hoy en el calendario devocional y en la memoria de pocos o muchos sevillanos. Pero sí sé que es difícil llegar hasta el fondo de eso a lo que algunos llamamos Sevilla sin esta devoción y sin este recuerdo de mañanas niñas del 15 de agosto de la mano de nuestras abuelas y nuestras madres. Y así desde hace generaciones.
Este año se cumplen 75 de la proclamación oficial de la Virgen de los Reyes como patrona de Sevilla. Pero, como sucedió con la Inmaculada, la ciudad la reconoció como tal mucho antes que Roma. "La devoción a la Santísima Virgen bajo el título de Nuestra Señora de los Reyes está fuertemente grabada en las almas de los sevillanos desde hace muchos siglos" proclamó el cardenal Segura el 15 de agosto de 1946. Ojalá no se borre nunca.
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