La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sevilla, de mostrador en mostrador

Hay que resignarse a que el centro histórico haga la calle para mantener al resto de la ciudad

Congreso Tourism Innovation Summit en Sevilla. Más de 6.000 personas de 60 países que dejarán en la ciudad, de momento, 15 millones de euros. Y el horizonte de proyectarla aún más en la cada vez más poderosa industria turística. Se analizarán el desarrollo turístico y el patrimonio cultural de Europa, el reposicionamiento del turismo a nivel internacional o la importancia de la digitalización y sostenibilidad en la reactivación de la actividad. Todo, supongo, realizable. Menos la sostenibilidad. El turismo de masas es como la marabunta que rugía en la película del calentón de Charlton Heston ante la turbadora presencia de Eleanor Parker o como los elefantes que siempre encontraban su senda, aunque se llevaran por delante la mansión en la que tanto sufría Elizabeth Taylor. Hay que rendirse. Venimos de la catástrofe sanitaria y económica de la que venimos (y a la que a lo peor volveremos según los agoreros de la sexta ola). Vivimos de lo que vivimos. Tan inútil es deplorar los efectos del turismo de masas sobre el casco histórico de la ciudad tras no haberse hecho nada cuando aún podía hacerse como pretender, a estas alturas, encontrar el equilibrio de la sostenibilidad.

Hay que resignarse a que el centro histórico haga la calle para mantener al resto de la ciudad. A que vaya sangrando lentamente de mostrador en mostrador ante una copa de aguardiente donde ahoga su dolor. A que, apoyado en el quicio de la mancebía, mire encenderse la noche de mayo diciéndose: pasaban los turistas, y yo sonreía. A que sea la Cabiria de las noches fellinianas, la Mamma Roma pasoliniana, la Lina Morgan de La descarriada o la Florinda Chico de Dormir y ligar todo es empezar.

Hay que poner el centro histórico a hacer la calle porque la que en la euforia del 92 llamaron futura capital de la California del sur de Europa ha resultado que, como las ilustres familias arruinadas que iban sobreviviendo vendiendo poco a poco a los anticuarios los restos de sus pasados esplendores, vivimos en gran medida de los restos almohades, góticos o barrocos que nuestros mejores tiempos nos dejaron y de los sueños rotos de nuestro intento de resurrección regionalista. De la Giralda a la Plaza de España, por poner nombres propios a este largo viaje en el tiempo. Ésta es la realidad. Y no caben lamentos. Pero, por lo menos, que no nos engañen con lo de la sostenibilidad.

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