Susana, Guerra y el Estado

Cuando Susana Díaz facilitó en 2016 el Gobierno de Rajoy demostró un sentido de Estado del que hoy su partido carece

02 de febrero 2020 - 02:35

Decía el otro día Alfonso Guerra que él, como socialista disciplinado que siempre ha sido, lleva sin dormir desde que Pablo Iglesias prometió ante el Rey su cargo de vicepresidente del Gobierno de España. El veterano político sevillano sigue estando en plena forma y escucharlo un rato en la mañana radiofónica, en conversación con el siempre inteligente Carlos Alsina, aumenta la nostalgia por la desaparición de una clase política tan diferente de la actual y con un sentido común que se traducía en sentido de Estado. Los dos, el común y el de Estado, parecen haber desaparecido sin que nadie los eche demasiado de menos. Guerra, entre otras perlas -como la de justificar una reunión con el presidente catalán Torra por un interés exclusivo de observación antropológica-, dijo que a Susana Díaz se le había entendido mal la frase en al que se arrepentía de haber facilitado la formación del Gobierno de Rajoy en 2016 con la abstención de los socialistas. Ya saben: en una acalorada discusión con el presidente Juanma Moreno esta semana en el Parlamento andaluz Díaz dijo que ella se había equivocado y que Pedro Sánchez había acertado con su "no es no".

Guerra, que de su partido lo ha sabido todo y seguro que lo sigue sabiendo, afirmó con la sorna que es marca distintiva de la casa que si de verdad hubiera dicho eso empezaría a creer en las informaciones periodísticas que hablan de una próxima salida de Susana del liderazgo del PSOE andaluz, a las que hasta ahora no ha hecho caso. Seguro, dijo, que se ha producido una mala interpretación y que quiso criticar que el PP no haya estado a la altura y el Gobierno de España sea ahora el que es.

Pues sí, eso debe ser porque si no, no se entiende. Susana Díaz, en 2016, rindió un servicio al Estado y puso fin a un periodo de inestabilidad que estaba pasando factura al país. Y de paso se lo hizo a su propio partido, que no podía gobernar con una minoría exigua de 84 diputados y con alianzas contra natura. El problema es que en la actual política española pensar en el Estado está penalizado y hacerlo sólo en términos de poder, sea cual sea el precio que hay que pagar por ese poder, se premia con entusiasmo. Eso explica la suerte que han corrido en los últimos años Susana Díaz y Pedro Sánchez dentro del Partido Socialista y explicará también, en buena parte, lo que suceda en los próximos meses si es que sucede. Hace mal Susana Díaz en abjurar de lo que hizo cuando aspiraba a liderar el PSOE nacional. Entonces demostró el sentido común y el sentido de Estado que había sido, desde los comienzos de la Transición, la base de actuación de su partido. Que ya no sea así no es, desde luego, culpa de ella.

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