La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo dejamos ya para después de Navidad
Una pregunta nos inquieta desde hace tiempo: ¿hay vida inteligente en el Íbex 35? Porque, aunque nuestra izquierda más hirsuta suele atribuirle a este club de plutócratas poderes y actitudes a la altura del Gog de Papini o el Dr. No de Fleming, lo cierto es que las dos grandes apuestas que se le atribuyen en los últimos tiempos han sido un completo desastre. Nos referimos, claro está, a Albert Rivera y a Susana Díaz. El primero iba a ser el nuevo Prim y acabó en Pocholo, y la segunda, que algunos veían como un extraño híbrido entre Pasionaria, Thatcher y Marifé de Triana, ha quedado en una versión femenina de Boabdil, acorralada en su maltrecho reino andaluz.
Al parecer, todo el mundo da por muerta a Susana Díaz. Tanto, que la mayoría de los analistas políticos hablan de ella como una mujer condenada por el fatum, que es esa fuerza misteriosa que rige el universo y que los antiguos consideraban por encima de la voluntad de los dioses. Sin embargo, la prócer andaluza aguanta en su tejado de zinc y está dispuesta al combate. Pese a que ya ha visto la cabeza de Iceta en una pica, ha anunciado que se presentará a las primarias y está dispuesta a llevar al PSOE andaluz a la guerra civil con tal de no rendirse ante Sánchez, el bello insustancial al que la baraka encumbró en lo más alto. Reconozcamos que hay algo hermoso en este encastillamiento de Susana, algo que recuerda al fascinante relieve asirio de la leona herida, fiera y rugiente aún en su momento postrero. Así son las trianeras, y no las de Mérimée.
Nos cuesta pensar en una lucha en el fango entre Susana y Juan Espadas, el tranquilo alcalde de Sevilla que algunos dan como candidato sanchista. Demasiado moderado para estos nuevos tiempos del PSOE. Más bien apostamos (esperemos que con mejor suerte que el Íbex) por María Jesús Montero. Al igual que Díaz, es mujer y guerrera, pero con una cabeza mejor amueblada y cultivada, algo que nunca está de más cuando se trata de gobernar una comunidad autónoma del tamaño de Portugal. Imaginamos que Susana volverá a ser tentada por Pedro Sánchez con alguna ínsula Barataria-tipo presidencia del Senado- a cambio de que evite el combate, pero lo que para algunos nos parecería un paraíso (buenos trajes, restaurantes, pelotas a gogó, una botellita de Château Margaux de vez en cuando y bronquitas al gallinero) a Susana le sabe a poco. Lo suyo es el poder, no la vidorra. Y está dispuesta a defenderlo con la bayoneta calada.
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