LAS series de polis españoles, con permiso del prehistórico Plinio, se han ambientado siempre en la 'gran ciudad', paisajes urbanos con trasfondo madrileño o barcelonés y en general con tono pretencioso, con unas maneras difíciles de desarraigar. Se agradece que El príncipe se emplace en un lugar personal, como radiografía de una España profunda, fronteriza y agraz, donde se entrecruza la droga, la inmigración, el fundamentalismo, el racismo y ese limbo donde no quedan claros los principios morales de cada cual. Sobre el papel quedan bien estas intenciones renovadoras para hacer de Ceuta una jungla de ladrillos de colorines y matojos con José Coronado haciendo, otra vez, de policía hosco, expeditivo y con un poso existencial desgarrado como pieza reconocible desde el primer segundo.

El príncipe quiere ser realista pero puede desbarrar en sobreactuada. El dúo de Coronado, un jefe joven, al servicio de la inteligencia española, está a cargo de un Álex González que va a tener que esforzarse más para estar a la altura además de enseñar tableta. Lo de los policías antagónicos ya lo sacó Conan Doyle. Y la serie del momento, True Detective, también bebe de esa premisa. Hay inspiración de The Wire o de The Killing, incluso ribetes de Homeland, en El Príncipe, pero las principales semenjanzas se hallan, glabs, en Sin tetas no hay paraíso. Estas tetas ceutíes, las de Hiba Abouk en principio, parten desde El Duque para seguir una estética más próxima a Crematorio. Faruk-Rubén Cortada es el trasunto moruno de Silvestre. Telecinco quiere presentar algo diferente sin dejar de parecerse a cosas que hemos visto con ellos. Persecuciones, malas caras y buenos cuerpos.

Algunas escenas de interiores pecan de teatrales y en los exteriores hay mucha recreación virtual. Tenemos a actores que levantan a pulso sus personajes, como el orondo Juanma Lara, o Mercé Montalá, la magnífica voz de Julia Roberts, que hace de madre de las damiselas. Y hay incertidumbre por saber si El príncipe tiene músculo argumental tras un estreno potable.