Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Van Damme

COMO si Eva Nasarre, aquella de los calentadores de lana de Puesta a punto, hubiese sido abducida por el espíritu de Frank de la Jungla y el acento de Dinio, Cuatro estrenaba el pasado viernes a su entrenador ex militar, un cubano llamado Osmin Hernández, que en su momento metió en cintura a Madonna y que, dice, ha hecho rebajar kilos a lo bestia a más de un pijo de Hollywood. Pintaba curiosa la idea cuando a los pocos de minutos de histrionismo del tal Osmin desaguó el programa hacia el ridículo más que hacia la didáctica o el puro reality. Como si fuera una broma extendida, como si José Mota fuera a salir de un momento a otro, El método Osmin muerde lo grotesco, con esas órdenes y esos desplantes en cualquier parte de su iracundo protagonista. La intención es hacer ejercicio masivo utilizando la calle como gimnasio y hacer una dieta a base de pescado, ensalada y abstinencia sexual. Así escrito en un papel podría tener hasta mordiente, pero desarrollarlo durante una hora ante un personaje escasamente empático y al que se le entiende bien poco, como si tuviera llena la boca de mantecados de coco caducados, el asunto se transforma en un cachivache televisivo sin chispa, sin utilidad y sin gracia alguna. Cien flexiones para los ejecutivos lumbreras que se dejaron embaucar por el cubano.

La cadena de Mediaset emitió a continuación uno de los programas norteamericanos del aquí el Van Damme del Caribe y la historia ganaba en intensidad. ¿Por qué? Porque el tal Osmin quedaba doblado y la voz española le acentuaba sus aspavientos. Como tantos factuales que pululan por Energy, Discovery, Xplora o Divinity, estos programas ganan con el doblaje español. Ese que pronuncia "¿qué has hechooo?" o el "oh, Dios miiío", como Santiago Urrialde. Nos tememos que nos estamos comiendo grandes castañas yanquis en la TDT salvadas por las magníficas voces de nuestra casa.

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