Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Van der Vaart no palia el sofocón onubense

DISGUSTO que se palia con un alegrón, un aparente empate en la lid de los sentimientos. El tremendo jarro de agua fría que representó ver al Betis como alma en pena con dos equipos de inferior categoría se compensa, de alguna manera, con la extirpación del vestuario de esa gran estafa que supuso el fichaje de Rafael van der Vaart. Al menos, así es como lo ven aquellos que prefieren ver medio llena la botella y no medio vacía.

Lo de Huelva ha sido muy fuerte por mucho que quiera edulcorarse con la excusa de que estamos en pretemporada. Excusa baladí, ya que caer ante un equipo de Segunda y no ser capaz de doblegar a otro de un escalón todavía más bajo roza lo imperdonable. Feble en defensa hasta el punto de que dos delanteros tan prometedores como Juli y Rodri llegasen hasta la cocina propia y previsible en ataque hasta el punto de no ponerse apenas de gol resulta preocupante.

Con otra alineación, un más de lo mismo ante el Recre. Aunque haya que aplaudir el sentido altruista de un club que salvó a un club de baloncesto y que anda en lo propio con el Decano, al Colombino no se debe ir a hacer el ridículo. El bético que se agolpa ante las taquillas para llegar a una cifra social impresionante no se merece que le tiznen la cara en Huelva. Para tamaña empresa, mejor se queda uno en casita, que como en la casa de uno no se está en ninguna parte.

Y un día que podía haber sido de gozo se tornó en sofocón a pesar de estar como perro que se quita unas pulgas llamadas Rafael van der Vaart. Nunca en la historia del Betis, una estafa como esa asistiendo a la exhibición menos profesional de un profesional de las que tenemos constancia. Y ahora, con algunos más lastrando el día a día, sólo hay que rezarle al Cielo porque el próximo verano no se vea el Betis metido en otra de esas limpiezas que tan carísimas suelen salir.

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