¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Repeticiones y repetidores
FUERON dos réquiem casi simultáneos, entonados a la memoria de los Estudios Buñuel. A deshoras. Muy de madrugada. El de Ramón Colom al acabar Millennium, muy solemne, a eso de las 2 de la madrugada. Lamentando que la que fuera factoría del imperio Bronston, el lugar donde se rodaron El Cid o La caída del imperio romano, y más tarde, tras ser adquiridos en los tiempos de Pilar Miró por TVE, la fábrica de sueños donde se realizaba el mítico Un, dos, tres, o tantos programas de Martes y Trece o Los Morancos, cerrase sus puertas para siempre. Ramón Colom, actual presidente de la FAPAE, se notaba afectado de verdad. La copresentadora del programa, Carmen González Llanos, recordó que su madre concursó hace treinta años en ese plató en el concurso de Chicho Ibáñez Serrador.
Alaska y Santiago Segura también fueron reivindicativos. Recordaron, por si a alguien le quedaba alguna duda, que los Estudios Buñuel serán reconvertidos en breve en apartamentos de lujo. Aunque, como era de esperar, la fiesta de despedida fue grande y rotunda. Como merecía la ocasión. El Alaska y Segura número 13 acabó en los exteriores, con un castillo de fuegos artificiales. Fundiendo las melodías de Ara Malikian con los sonidos de los tambores de Calanda.
En los títulos figuraron, como codirectores, Santiago Tabernero y Fran Llorente. Pueden estar satisfechos. Han realizado una obra magna. Una filigrana programada en un horario imposible. Aunque teniendo en cuenta los gustos de la audiencia, ya va siendo hora de pisar tierra y reconocer que la calidad, la transgresión, cualquier cosa que huela a cultura, interesa a cuatro. Y esos cuatro no ven televisión. Los mínimos de Atención obras, Imprescindibles, This is opera y tantos otros programas excelentes así lo atestiguan. Así las cosas, viva la televisión, y viva Buñuel.
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