Woody Allen y Bildu

Hasta los mafiosos de Woody Allen parecen personajes de Giotto al lado de los siniestros representantes de Bildu

La semana pasada, los dirigentes de Bildu se negaron a asistir a una recepción en honor de Woody Allen, que está rodando una película en San Sebastián. ¿El motivo? Las supuestas -y nunca probadas- acusaciones de abusos sexuales lanzadas por una hija que muy probablemente estuvo manipulada por la madre (Mia Farrow), indignada porque Allen la había dejado por otra mujer (otra de sus hijas adoptivas). La historia es compleja, sin duda, y desde luego no parece muy edificante, pero es altamente improbable que existieran esos abusos, sobre todo si tenemos en cuenta que Woody Allen ha rodado docenas de películas sin que haya recibido ni una sola acusación de acoso por parte de sus actrices.

Pero en cierta forma es normal que los dirigentes de Bildu se nieguen a estrecharle la mano a Woody Allen. He repasado las fotos de esos dirigentes, gente hirsuta y malencarada, de mirada hosca y gestos aviesos, y ninguna de esas personas, ya fuera hombre o mujer, podría actuar en una película de Woody Allen, ni siquiera representando a un mafioso del Bronx o a un demente escapado de un asilo de lunáticos, por la sencilla razón de que hasta los mafiosos de las películas de Woody Allen parecen personajes de Giotto al lado de los siniestros representantes de Bildu.

Woody Allen -cualquier película de Woody Allen- significa aceptar que el mundo puede ser un lugar sofisticado, elegante, irónico, lleno de bares y restaurantes, lleno de iglesias de varias confesiones y de personas llegadas de todas partes. En cambio, el mundo de Bildu sólo nos evoca una imagen propia de las peores pesadillas de Lovecraft: un mundo de seres consanguíneos que sobreviven en mansiones aisladas, un mundo de gente que desconfía de todos los extranjeros, un mundo de gente que se empeña en vivir encerrada en su casa del monte, conversando con la vaca y con los fantasmas y tal vez con el cadáver momificado de un antepasado. Y por mucho que los dirigentes de Bildu pretendan hacerse pasar por progresistas y feministas, cualquier persona inteligente -y el cine de Woody Allen nos permite conservar la esperanza de que todavía queden personas inteligentes- sabe que eso es imposible.

O sea que está muy bien que los representantes de Bildu no hayan querido estrechar la mano de Woody Allen. Los orcos de Tolkien no pueden hacerse pasar por congéneres del rey de los elfos.

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