EL mismo día en que se conocieron los datos escalofriantes del desempleo en España (casi cuatro millones de parados al acabar 2009, un millón creados durante el último año) Zapatero reunió al grupo de expertos que le asesorarán durante la presidencia española de la Unión Europea. Intercambiaron puntos de vista.

Está bien que lo haya hecho, aunque el sentido real del encuentro en La Moncloa invita a la melancolía. Después de anunciar solemnemente que el mandato español en la UE se centrará en impulsar la salida de la crisis (se supone que no con las recetas que ha aplicado a la economía nacional), ZP ha pedido consejo a los sabios. Habría sido más adecuado un asesoramiento con carácter previo, de modo que al llegar a presidir Europa ya hubiera digerido los dictámenes de los tres expertos y pudiese ponerlos en marcha de inmediato. Seis meses no dan para mucho, la verdad.

Por otra parte, es difícil sustraerse a la idea de que Zapatero le concede a su presidencia rotatoria más importancia de la que objetivamente le corresponde. Ello es así porque, tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, ya hay un presidente ejecutivo de la Unión Europea y una especie de ministro de Asuntos Exteriores de la UE, que querrán ocupar su sitio desplegando una intensa actividad. De hecho, el presidente Van Rompuy ha convocado una cumbre comunitaria acerca de la crisis. También funciona el presidente de la Comisión (Durao Barroso, apoyado por el Gobierno español). Entre uno y otro pueden lograr que la presidencia española se vea reducida a poco más que a coordinar reuniones y ejercer de anfitriona.

La composición del minigrupo da también para una conversación. No porque no sean valiosos sus componentes, que lo son, y mucho, sino por las circunstancias que concurren. Nada que objetar al octogenario Jacques Delors, una de las principales personalidades del europeísmo y paladín del euro. De Felipe González lo que se puede decir es que Zapatero ha rehuido siempre su compañía -salvo en las campañas electorales- y ha sido cortante con él cuando se han evidenciado discrepancias públicas. En cuanto a Pedro Solbes, ZP terminó aburriéndolo precisamente por no hacerle caso cuando llevaba la Vicepresidencia económica de su gobierno. De eso hace sólo unos meses. ¿No tendría que haberle escuchado más acerca de la política económica española que maneja personalmente en vez de llamarle ahora para que le aconseje sobre la economía europea, que no depende de él? Joaquín Almunia, también invitado y también disidente de Zapatero, no ha podido asistir.

Si este grupo de sabios no ha sido llamado para que Zapatero se fotografíe con ellos con cara de preocupación, lo parece mucho.

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