el periscopio

León / Lasa

Tampoco habrá acuerdo en París

Las perspectivas son de todo menos halagüeñas y el riesgo de una progresiva desertización de nuestra tierra es real

SI a fines de la semana pasada no se hablaba de otra cosa que de esa nueva frikada consumista llamada Black Friday, ésta toca empaparnos de todo lo referente al calentamiento global y a la (enésima) cumbre climática que tiene lugar en París. Parecería, aparentemente, que son preocupaciones o conductas contradictorias, pero no tienen necesariamente que ser así. Algunos agoreros, ante el indiscutible hecho de que el planeta se calienta, y de que seguimos -a pesar de las advertencias de todo tipo- emitiendo CO2 a ritmo acelerado, se empeñan en postular que es muy difícil, si no imposible, conjugar un ritmo de vida como el que llevamos con el mantenimiento de la biodiversidad, que si chinos e indios vivieran como un europeo medio necesitaríamos tres planetas parecidos al nuestro para hacer frente a las demandas de recursos de estos advenedizos y que, en definitiva, o cambiamos radicalmente de paradigma o nos enfrentamos a una catástrofe sin precedentes históricos conocidos. Sin embargo, sociólogos y economistas de prestigio (entre los que se debe contar, por ejemplo, a Pablo Iglesias, que sitúa como eje de su programa elevar el SMI y las rentas más bajas "para incentivar el consumo, y de este modo la economía") no dudan en seguir insistiendo en que no es necesario cambiar nuestro modo de vida occidental, sino hacerlo -qué me gusta esta palabra- de modo "sostenible", es decir, ejercer "un consumo sostenible y responsable". Elijan.

En cualquier caso, las perspectivas lo son todo menos halagüeñas, qué le vamos a hacer. Y para esta bendita tierra quizá peor que para muchas otras de Europa: los peligros de una progresiva erosión y desertización de nuestro territorio son reales. Incluso algunos expertos no dudan en indicar que el Sahara ya ha cruzado el Estrecho, y que Doñana se inundará por la subida del mar. Si todo continúa al lampedusiano estilo, dicen, las temperaturas -ya en ascenso- se pueden incrementar hasta casi cinco grados en unos decenios. Una catástrofe. Pero si somos capaces de cambiar, de reducir emisiones, de "implementar" energéticamente nuestro sistema productivo, "sólo" subirán, aseguran, dos grados. He estado en la Antártida en mangas de camisa; he visto en las Svalbard, cerca del Polo Norte, el deshielo de los glaciares; y en la Patagonia he observado el retroceso del Perito Moreno. Tengo pocas dudas al respecto. Es muy posible que a pesar del bombardeo informativo y de las certezas científicas sigamos sin adoptar soluciones. Como se escribía recientemente en este medio por el experto López de la O (Cumbre de París), ante esta incómoda verdad "son muchos los intereses en juego, la mayor parte de ellos económicos, que dificultan la firma de un acuerdo mundial". Los emergentes se niegan a pagar el coste de la "desfosilización"; los ricos no queremos asumir la factura. Y el tiempo se acaba.

PS: El alcalde Sevilla renuncia a tener coche gratis. Muy bien, ése es el camino de la credibilidad política y no del mangazo de tanto caradura metido a "servidor público".

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