La ventana

En el adiós a un amigo irrepetible e irreemplazable

ARRANCAMOS el bisiesto diciéndole adiós para siempre a un amigo cabal, uno de esos amigos que jamás te fallan porque es imposible, así de fácil, que te fallen. Era este arranque precisamente en el día de su santo. Le decíamos los amigos el último adiós a Manuel Sánchez Cuevas, el dueño del Barbiana, uno de los mejores abrevaderos del centro de Sevilla, una especie de embajada de Bajo de Guía en el corazón de esta ciudad en la que Manuel se asentó veinte años ha. Empresario modélico, trabajador sin desmayo, honesto que se descubría no más mirarlo de frente, Manuel era la alegría de todo ese cahíz de abrevaderos que van de La Viuda a Trifón, del Portón a Enrique Becerra, de Casablanca a La Isla o de La Moneda a su Barbiana del alma. Se llevó luchando contra el cáncer a brazo partido durante ocho años y el domingo perdían él la batalla y sus amigos un amigo como difícil será encontrar otro así.

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