La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Demasiados niñatos en la política
Crónica levantisca
Es que no le permiten una. Los primeros 53 colaboradores y trabajadores de España en Afganistán llegaron a Torrejón de madrugada, un grupo de policías ha logrado establecer con la ayuda de EEUU un canal de salida desde Kabul hacia el aeropuerto y va a seguir extrayendo a quienes puedan, pero el tema, el asunto, lo que ocupa a la España ensimismada, son las alpargatas de Pedro Sánchez. Estados Unidos gobernó el mundo desde 1989, pero la guerra de Siria ha mostrado que ha dejado de ser la única potencia. China emerge, Rusia ensucia. Afganistán es la prueba. Washington pactó la derrota con los talibanes en febrero de 2020 en Doha, pero las prisas de Joe Biden han precipitado la verdad. El mundo de después de la caída del Muro es otro, pero lo que cuenta es si Pedro Sánchez intervino desde Lanzarote en alpargatas o con castellanos. Si siguió de vacaciones hasta el miércoles o si ayer ya estaba en Moncloa.
Esto es como lo de las vacunas, España es líder mundial. Y está sacando a sus colaboradores de un infierno a punto de estallar, no como Holanda y Suecia. Esfumados.
La antipatía es un marco emocional que prefija opiniones por encima de la realidad. Juan Carlos I intervino, según sus apologetas, en pantalón de pijama la noche del 23 de febrero para ordenar a los capitanes generales que apoyasen la Constitución, y España le hizo la ola. El relato épico de aquella noche pasaba por disfrazar al héroe con un pijama que sólo se cubrió para pronunciar el discurso ante las cámaras que le llevó Pedro Erquicia a la Zarzuela. Y hacíamos la ola, tan campechano, tan bonachón, con sus zapatillas y su hijo dormido en el sofá para que aprendiese el oficio.
Pero Sánchez cae mal. Se le critica por las alpargatas, lo que es una injusticia comparativa. Se nota que no vieron la entrevista que Franganillo le hizo al Alto Representante de la Unión Europea, José Borrell, en el Telediario de la noche del miércoles. En camisa de mangas cortas confeccionada con un tejido brillante, galáctico, cuyo único adjetivo descriptivo es el de inefable. Pero Borrell cae bien, y la prenda plateada, que no hubiera pasado por el arco de seguridad de un aeropuerto, paso desapercibido. Eso es un marco emocional. Qué raro está Borrell, va explicando lo que está ocurriendo sin la prudencia diplomática que le exigiría el cargo, pero es que Joe Biden ha dejado a la UE muy descolocada. El demócrata habla con lengua de Trump y nos explica que el caos durante la salida de Kabul era inevitable.
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