La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Por dónde anda la realidad?

Sólo falta que al virus se sumen los presuntos mosquitos de la meningoencefalitis

Pese a que la RAE afirme que el realismo es una forma de ver las cosas sin idealizarlas y la pretensión artística de representar fielmente la realidad, se ha generalizado el tópico de que una visión realista es necesariamente negativa, pesimista e incluso nihilista. Como si sólo se ofrecieran dos alternativas: la idealización mentirosa o el realismo trágico. La primera, que corresponde a la comedia, embellece una realidad que, sin esta pátina de mentira, revelaría su carácter atroz. La tragedia representa esta atroz realidad -la única verdad- en toda su crudeza. Esta falsa idea ha arraigado con fuerza pese a que tantos grandes y hondos creadores la desmientan con sus obras reflejando esa media luz que, para la mayoría de los seres humanos, ni absolutamente felices ni totalmente desdichados, ni grandes santos ni terribles pecadores, ni héroes ni miserables, es el tono de la vida.

La RAE sanciona este tópico relacionando la comedia con el fingimiento o la farsa y la tragedia con la verdad: lo propio de la comedia sería el predominio de los aspectos placenteros, festivos o humorísticos con un desenlace casi siempre feliz, mientras que la tragedia se centraría en el sufrimiento, la muerte y las peripecias dolorosas de la vida humana abocadas a un final funesto. Lo primero sería idealización -arte de segunda- y lo segundo, pasado de la desmesura griega a la vida cotidiana, la introspección o la denuncia social, sería realismo -arte de primera-. Lo que ha convencido a no pocos desdichados de que las marcas de la inteligencia son el pesimismo y la tristeza. Cultivadas por algunos grandes autores, desde luego, pero también por no pocos impostores.

Creo que la realidad debe andar -salvo en circunstancias históricas excepcionales o en esas vidas en que las desgracias se ceban- por la senda de esa dudosa media luz de la vida de Joseph Conrad o del silbar en la oscuridad ("whistling in the dark / to keep their spirits soaring") que, con música de Mancini y letra de Mercer, cantaba Julie Andrews en Darling Lili. ¿Por dónde anda ahora la realidad? ¿Estamos pasando de esa dudosa media luz de la vida, la marca de la normalidad cotidiana, a la oscuridad propia de las malas circunstancias históricas (sólo falta que al virus se sumen los presuntos mosquitos de la meningoencefalitis)? En cualquier caso, silbemos. Más fuerte cuanto más densa sea la oscuridad.

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