La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Pinta mal para Europa. La guerra iniciada en febrero pasado por Putin con la invasión de Ucrania está lejos de terminar y sus consecuencias, a medida que avanzan los meses, se hacen más evidentes y más graves. La ministra de Defensa, Margarita Robles, estuvo el viernes pasado en Sevilla para participar en un Foro Joly y lo dejó bien claro: nunca habíamos vivido, desde el final de la Guerra Fría, en una situación tan peligrosa y puede pasar cualquier cosa. Cualquier cosa, en este momento, se puede traducir por riesgo nuclear. Putin no ha cumplido ninguno de los objetivos que diseñó para su "operación militar especial" y le ha salido el tiro por la culata. Ni ocupó Ucrania en una guerra relámpago de pocas semanas, ni ha consolidado una alianza estratégica con China ni ha debilitado a la OTAN y a Estados Unidos. Todo lo contrario, la OTAN era una especie de fantasma del pasado sin mucho que decir en un mundo que miraba al Pacífico y a las tormentas que en él se estaban formando. Gracias a Ucrania, ha encontrado una nueva razón de ser y de fortalecerse. En Rusia el movimiento social contra el envío a la guerra de miles de jóvenes que no quieren ir empieza a coger fuerza y Putin aparece cada día más como un paria mundial al que sólo los bielorrusos, los iraníes y otros por el estilo hacen caso.
Sin embargo, la partida no está terminada. La ministra Robles lo decía el otro día y no hablaba por hablar. Hemos entrado en una fase crítica en la que el autócrata ruso puede verse acorralado no sólo desde fuera sino también desde dentro de Rusia. Y lo que pueda hacer en esa situación nadie lo puede pronosticar. ¿Hay en el Kremlin alguien capaz de poner un poco de cordura y encauzar el conflicto por las vías del diálogo? Los informes que llegan a Washington y Bruselas dicen que en la camarilla de Putin no hay por ahora fisuras. Ucrania, una potencia militar de tercer nivel, está fuerte porque el armamento y la inteligencia de EEUU y la OTAN están haciendo un trabajo eficaz. Pero Rusia, a pesar de las muchas debilidades que ha mostrado durante este conflicto, sigue siendo una de las tres grandes potencias mundiales y derrotarla en su zona natural de influencia no va ser fácil ni rápido. Sólo hay una cosa clara: el final no está cerca y Occidente está sentado sobre un barril de pólvora.
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