La brecha: ‘Tosca’ y pasolini

Clamar en medio de la función “queremos Tosca”, aparte de una falta de educación, es demostrar molicie en la elección

12 de junio 2023 - 01:15

Siempre que escucho la expresión “brecha generacional” me imagino un Cañón del Colorado muy estrechito dibujado por Miguel Brieva. Y a cada lado cientos de jóvenes y mayores a los que no se les ha ocurrido hacer un puente, aunque fuera de cuerdas quebradizas como los de Indiana Jones. Suelo desconfiar de los lugares comunes que, más que definir la realidad, a veces parece que quisieran congelarla como un retrato fijo. Sin embargo, cuando hablamos de la brecha entre generaciones, más allá del tópico, hay pruebas fehacientes en cuanto a usos, costumbres, argot o prioridades. Lógico. Pero no es menos cierto que por empuje de unos y persistencia de otros a veces logramos influenciarnos y si la abuela puede decir LOL, el chaval también puede aprender ganchillo.

Está en cartel la extraordinaria Tosca que ha dirigido Rafael Villalobos, dándole al drama más político de Puccini (poder, torturas, abyección) una versión muy valiente: nada más políticamente romano que el artista y pensador Pier Paolo Pasolini y nada más dramático que su propia muerte o el retrato que hizo del genocidio nazi en su famosa película Saló o los 120 días de Sodoma. De qué iba el montaje lo hubiera sabido cualquiera que se hubiera informado: clamar en medio de la función “queremos Tosca”, aparte de una notable falta de educación y de respeto a los artistas y al público, es demostrar molicie en la elección. Como si los lectores le montaran un pollo a Peter Handke porque en El miedo del portero al penalti no aparece ni un balón. Pudiera ser que a los vociferantes no les molestara tanto la innovación argumental sino que el actor /Pasolini sedujera a un muchacho o que, en la elegante pero estremecedora referencia a Saló, hubiera desnudos sobre el escenario. Pudiéramos hablar de homofobia y puritanismo y no de clasicismo estético. Pudiéramos. Otra cosa es la crítica profesional por dura que sea.

Abel, estudiante en Sevilla, llamó a su padre, profesor en Córdoba: acabo de vivir una de las experiencias más bellas y más estimulantes de mi vida, le dijo. Como él, 1.600 jóvenes habían acudido al estreno que el Maestranza hizo de esta Tosca unos días antes, a diez euros. Para renovar públicos. Para desacralizar y quitarle la peana al bel canto. Para hacerlo asequible y deseable. Y acertó. Acertó el director del teatro y triunfó el director de escena porque las ovaciones se oyeron con más fuerza que megavatios hay en una rave. Todos fascinados, deseando saber más de Puccini, Pasolini o esa evocada Callas a la que Villalobos convoca cuando Tosca se dirige a la muerte. Hay brecha, pues. Alivia que al otro lado del cañón –el presente que es futuro– haya más tolerancia, más respeto y sobre todo mucha más curiosidad. Bravos.

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