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La brújula de los lugares donde nunca has estado

INSISTIMOS en estas semanas estivales que hay que conjugar el verbo "descubrir". Interesarse por todo aquello que desconocemos: por experiencia, por aprender. Por vivir, sin más. Sin tomarnos el asunto como un hábito personal que hay que cumplir a rajatabla, a lo largo del año (pero sobre todo en verano) hay que exigirse conocer lugares nuevos. Nada de despedazar los atlas y burlar al GPS. Al menos hay que tomar un café en ese bar donde nunca antes se había estado: siempre puede ser una sorpresa, aunque sea por el camarero que está en la barra.

No es cuestión de ponerse metas que agobien, pero a la rutina le viene siempre bien sorprenderla con la visita a una tienda de la que nunca nos habíamos percatado. O planear una ruta dominical, de sábado, de miércoles por la tarde, por algún recoveco de carretera por el que nunca habíamos sentido tentación. Y una vez allí, en aquella pedanía, pueblo o barriada de la que sólo habíamos oído su nombre, entrar en los sitios adonde va la gente.

Siempre lucen en las conversaciones esos nombres de agencia de viaje y de buscador de google para hablar de ellos, pero también puede ser una 'aventura' ir de simples tapas, o de compra de productos típicos, por rincones que están a la vuelta de la esquina. Y el low cost aéreo nos llega a poner (aún) a precio de billete de autobús rincones imprevistos para los que el idioma nunca ha de ser una barrera.

Todo por sea por "descubrir". Sin afanes. Para crecer uno mismo conociendo mejor a los demás. A tanta gente por saber de ellos. Hay que marear a la brújula de nuestra seguridad de vez en cuando, una vez al mes por lo menos. A la altura del presupuesto de cada uno hay que visitar lugares donde nunca habíamos pensado ir. Lugares a los que nuestras obligaciones nunca nos destinaron. Y siempre al menos un café, o copa, en una terraza por estrenar.

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