La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

De cuando la bulla es una maravilla

Desde Verónica a la Catedral y volver, toda Sevilla era San Román en mañanita de Viernes Santo. La bulla acompasada, sin atascos ni malos rollos, hacía que nos acordásemos de aquellos mediodías perdidos de San Román y sólo faltaba el trueno de los sonidos negros de Manolo Caracol para que nos metiéramos en el túnel del tiempo más especial. Por fin, que a la tercera va la vencida, el Señor de la gente del bronce iba a la Catedral en el primer lunes de Cuaresma y eso que la mañana nos había metido el miedo en el cuerpo con una lluvia que no auguraba nada bueno. Pero el día se arregló, Sevilla le dio un solemne corte de mangas al fantasma del coronavirus para echarse a la calle y arropar al Señor de la Salud en una memorable manifestación de fe y buenas maneras. Otra vez, la bulla en Sevilla fue una maravilla para darle calor a Manué, el de los del bronce.

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