La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Icónica, la nueva tradición de Sevilla
Casio ha elevado a los altares de sus calculadoras a la matemática sevillana Clara Grima. Esta profesora de la Hispalense, con su inconfundible melena colorada, es una de las tres científicas españolas que la marca japonesa ha elegido para ilustrar algunas de las calculadoras escolares que comercializará durante el curso que ahora empieza. La intención nipona, según dicen, es promocionar la ciencia y la tecnología entre las niñas, que como bien es sabido suelen tirar más hacia las carreras de ciencias sociales y humanidades, tanto que antaño se decía que Filosofía y Letras eran estudios "de mujeres". Imaginamos que, junto a tan noble intención, Casio también quiere vender lo máximo posible y aumentar su cuenta de beneficios, lo cual no es ningún reproche, sino todo lo contrario. El feminismo, como antes pasó con el movimiento gay, es ya un elemento fundamental del marketing empresarial contemporáneo.
Clara Grima es una matemática multipremiada y mediática a la que podemos escuchar en la radio o leer en su prestigioso blog Mati y sus mateaventuras (que ilustra Raquel García) y en medios como JotDown, la revista de los modernos ilustrados que se hace secretamente en Sevilla. Eso no impide que también tenga prestigio académico: su tesis doctoral Computational Geometry on Surfaces fue publicado por la prestigiosa editorial Springer. Gracias a esta coriana de pro, por ejemplo, pudimos comprender que el infinito no es un número, sino un concepto que nos indica el lugar incierto al que nunca podremos llegar, como los horizontes de Doñana. O que en la naturaleza operan muchas ecuaciones que aún desconocemos, como las que mueven los vientos y las olas. La poesía está mucho más cerca de las matemáticas y la física de lo que nos hicieron creer en nuestros años escolares de asnos númericos.
Pero Clara Grima no es un ejemplar único y solitario, sino el lógico producto de la Facultad de Matemáticas de Reina Mercedes, uno de los centros con más prestigio de la Universidad de Sevilla que puede competir sin complejos con otras instituciones europeas similares. En cierta ocasión, esta científica que lleva el número Pi como escudo de armas y que fue niña prodigio (la adelantaron un curso en BUP), me contó que su primera intención fue estudiar periodismo. Incluso llegó a matricularse en alguna Facultad de Madrid, aunque la querencia por los guisos maternos y de las mareas del río le hicieron regresar. Nunca sabemos hasta qué punto estamos a punto de tirar nuestras vidas a la basura.
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