La carcoma

Dice la Nobel Herta Müller que no se conoce dictadura que haya fracasado por falta de personal. Ni de cobardes, añado

26 de junio 2023 - 01:15

Tal vez lo haya referido ya, porque es uno de los relatos más deslumbrantes que he leído. Julián Barnes en Una historia del mundo en diez capítulos y medio, cuenta la travesía del Arca de Noé desde la voz de un pasajero anónimo que sólo al final desvelará su identidad. El animalito va narrando gracias y desgracias de los moradores, pasando hambre y sed: todos menos él, que tiene todo un barco de madera como sustento.

La carcoma, sí. Siento el spoiler, pero aún le quedan al lector nueve cuentos y medio más de Barnes para disfrutar de un libro que es la otra cara –por así decirlo– de los Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig. Vaya dos imprescindibles europeos a los que seguimos necesitando a voces. Decía Steiner (la cosa va hoy de referentes, es lo que pasa cuando te invade la zozobra) que en la Historia hay momentos de lucidez y momentos de necedad. Días tontos que se suceden unos a otros, pereza intelectual y emociones básicas que prefieren un bufido que una frase completa. Del pensamiento líquido hemos pasado ya al pensamiento gaseoso, tantas veces pestilente rozando la escatología. Carcoma ha llamado un líder autonómico a un personaje de la ultraderecha reaccionaria, que ha soltado alguna lindeza sobre la violencia machista o los derechos de la libertad sexual. ¿Lindeza? No: atentado contra los derechos humanos, comportamientos destructores de la democracia y la convivencia. Termitas que se han instalado en las instituciones para roerlas y debilitarlas hasta que se desplomen hechas puro serrín. Se está quedando el siglo un poco maniqueo, con lo estimulante que resulta lo contrario, con lo inteligentes y lo útiles que resultan los matices. Estamos perdiendo esgrima dialéctica porque esos huevos de homofobia, totalitarismo e intransigencia moral y religiosa –cuánto dolor en nombre de algún dios o algún principio sagrado– son venenosos e infectan cuanto tocan. No es tanto que ejerzan un peligroso proselitismo que se va normalizando (nos vamos acostumbrando) sino el miedo que inoculan disfrazado de prudencia. Que el cartel en homenaje al artista Ocaña, en el mes del Orgullo de Sevilla, haya provocado una petición de retirada urgente por parte de una concejala, aparte de una astracanada a la que deberíamos tratar como una anomalía, tiene el peligro de provocar como reacción una pacatería que se disfraza de prudencia. Para evitar escándalos vamos bajando los decibelios de la creación hasta que descubramos que hasta Bambi pudiera resultar ofensivo. Evitamos broncas guardando los principios para otro momento y olvidamos que siempre es el momento de los principios, ese salvavidas social. Dice la Nobel Herta Müller que no se conoce una dictadura que haya fracasado por falta de personal. Ni de cobardes. Eso lo añado yo.

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