La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La tragedia de Valencia no es un "asunto doméstico"
Puntadas con hilo
No conozco ningún argumento sensato para oponerse a la evolución de las ciudades hacia un modelo más habitable. Esto es, urbes con menos asfalto y más espacios verdes de esparcimiento y disfrute del peatón. Tampoco para rechazar una movilidad donde exista un mayor equilibrio entre el vehículo privado y el transporte público. Es la senda por la que debe caminar una capital como Sevilla si quiere paliar sus déficits de sombra, arbolado, calles amables y transportes más sostenibles, como se dice hoy. Es la ciudad soñada que se dibuja en planes urbanísticos que no siempre salen adelante o que se proyectan para un futuro inalcanzable al carecer de garantías y financiación.
Sevilla, y esto no es patrimonio exclusivo suyo, avanza a trompicones y cada salto urbanístico supone, además, una agria batalla ciudadana alimentada por una mezcla de inmovilismo, pereza a cambiar los hábitos y, cada vez más, la desconfianza generalizada en los gobiernos municipales, a quienes pocos otorgan de entrada un voto a favor.
En el caso de las peatonalizaciones y los cambios del tráfico han tenido que pasar lustros para que se admitan, más o menos, como aciertos. Y así seguirá pasando. A ello se agarra el equipo del concejal Juan Carlos Cabrera cuando asegura que el cambio de sentido en la Carretera de Carmona es un proyecto muy bien estudiado que tendrá que pasar, como otros, su particular duelo.
O no. Su implantación ya deja cabos por atar y destila una improvisación que, de momento, sólo ha hecho empeorar la circulación y el ánimo de miles de afectados. No sé si la presencia del coche ponemultas desde finales de julio en esa vía, cuando aún no estaban culminados los trabajos, era una medida disuasoria o recaudatoria... Pero si grabó las matrículas dará pie ahora a muchos recursos, la mayoría a favor del supuesto infractor. Tampoco parece lógico que no se altere, salvo excepciones motivadas por el corte de la Cruz Roja, el sentido de ninguna calle aledaña y que se obligue, ya no a los usuarios habituales, sino a los residentes en esa vía, que son muchísimos, a usar como alternativas dos paralelas más estrechas que, nada más acabar agosto, han acusado el colapso. Es un sinsentido, nunca mejor dicho, que no se hayan arbitrado otros accesos más directos hacia esa segunda ronda de la Macarena que se quiere potenciar para, según reza el proyecto, aliviar de tráfico la Ronda Histórica, porque son estos residentes los que tienen que salir hasta ella o introducirse en el centro para cambiar ahora de sentido. Y hay un catálogo más de detalles...
Mientras, por ningún sitio se ve la compensación que, según apuntan, llegará más adelante: una reurbanización de una calle obsoleta e incómoda que supondrá aceras más anchas, carriles bici menos peligrosos, sombra... y, a más largo plazo, líneas de Metro. A esto habrá pocos que se opongan, pero ninguna de estas cuestiones se resuelven de inmediato. Se ha empezado la casa por el tejado y si el plan es bueno, que no lo dudo, los plazos, la ejecución y la comunicación han sido pésimos y el clamor, evitable.
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