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A cazar fantasmas

La red es como un fantasma que da mucho miedo, pero que cuando estudias su interior, no hay nada

Ya he conseguido identificar la auténtica cara de las redes sociales. También he encontrado su punto débil. No sabría determinar el orden del proceso que he recorrido para conseguirlo, pero, podría empezar diciendo que ahora lo veo como un único ente. Puedo reducir la gran masa a una sola bola, y ésta resulta ser etérea e intangible. Minimizar la inquisición digital ayuda. La identifico en forma de bola porque observo que casi todas las víctimas la describen cual avalancha de lava, piedras o maremoto. O, también, como un linchamiento contra una mujer afgana a la que los talibanes le han enterrado de pie con la cabeza sobresaliendo del agujero en el suelo. Aún para apedrearla debe mantener cubierto su rostro con una tela negra denominada como hiyab, abaya, Jibab, burka, niqab u otros sinónimos. La cuestión es ocultar su cara durante toda la vida, hasta en mu apedreamiento. Una multitud de talibanes, armados con piedras elegidas previamente para que resulten lo suficientemente eficaces, la rodean formando un circulo para dispararle con certeza e ir reventándole el cráneo y la cara. La red social por donde se vierte sin control una censura como jamás se pueda recordar, al menos en nuestra era, es así. La veo así. La he sentido así. La Red es como un fantasma que da mucho miedo pero que cuando estudias su fondo, en su interior, no hay absolutamente nada. Un fantasma, como los que nos han hecho creer en las historias de miedo que nos contábamos en nuestra adolescencia, es alguien vestido con una sábana blanca pero que debajo de ella, su identidad es irreal. Pero, la mente, la podemos dominar nosotros. Esta semana escuchaba en una entrevista a José Luis Ábalos, ex ministro y ex secretario de organización de PSOE confesando, con dolor, el sufrimiento que le sigue produciendo el linchamiento que padeció durante años. Por otra parte, Meritxel Batet, presidenta de Congreso, exigía a todos los parlamentarios que acabaran con las ofensas y los insultos que se profieren en la cámara baja. He aquí la cuestión: hay políticos que insultan para que la red insulte, y como dice Caroline Fourest, la libertad de odiar jamás ha estado tan fuera de control en las redes sociales, inquisitoriales, pero la libertad de hablar y pensar jamás ha estado tan vigilada en la vida real. La red es un fantasma al que hay que darle el sentido que tiene: una figura irreal a la que no hay que otorgarle de vida. Más bien hay que empezar a identificar su vulnerabilidad para cazar al fantasma.

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