La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Icónica, la nueva tradición de Sevilla
Sería irracional y arbitrario atribuir en exclusiva a Pablo Iglesias la responsabilidad por el desastre electoral de Podemos y su veloz paso de la emergencia exultante al languidecimiento tal vez irreversible (dependiente en gran medida de que Pedro Sánchez les dé algún ministerio). Ningún proceso político complejo obedece a una sola causa ni responde a una acción personal.
Lo que está sucediendo con Podemos es fruto de muchas cosas. Entre ellas, el cambio en la situación de la izquierda tradicional española, la mejora económica que disuelve el potencial subversivo del movimiento de los indignados, la falta de solidez de la mayoría de sus dirigentes (han recorrido en un rato el camino que va del populismo bolivariano al leninismo euroescéptico y de ahí a la socialdemocracia mendicante) y su incapacidad para superar la denuncia y el no a todo y construir algo.
Dicho lo cual, hay que añadir que esta crisis debe mucho a la impronta personal de Pablo Iglesias. Porque ellos -no sólo el interesado- lo han querido así. Era el más carismático de los fundadores, el mejor orador y probablemente el más audaz. Luego rompió en táctico temerario, pésimo estratega y persistente adicto al postureo y el teatro. Todo esto se paga a la larga.
Pero hay algo que se paga a corto plazo y a más alto precio en el entorno social y político de Podemos. Al chalé de Galapagar me refiero. Eso, que no deja de ser un acto privado digno de respeto, fue un pecado mortal para los sectores populares a los que se dirige Podemos, que básicamente son la gente más perjudicada por la crisis y los profesionales cabreados. Sobre todo, porque Pablo Iglesias había enarbolado el problema de la vivienda, los desahucios y las hipotecas como la más sensible de sus banderas y porque pretendió rehuir el escándalo obligando a que su solución habitacional de lujo fuera legitimada por los militantes (los que votaron, claro). Pero los escandalizados eran los votantes y éstos lo han manifestado en las urnas. El chalé es así la losa que va a enterrar la fulgurante carrera de Pablo Iglesias.
Para redondear su especial protagonismo en el auge y caída de Podemos -muy superior al de otros procesos políticos, ya digo- , Pablo ha completado las purgas de todos los líderes que le acompañaban con la entronización de Irene Montero. No se ha hecho nada igual más que en Nicaragua. Eso tampoco se lo han perdonado sus votantes. Aquí hay un problema moral.
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