¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Repeticiones y repetidores
USTED tal vez no sepa que en Andalucía, dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta y su Dirección General de Instituciones del Patrimonio Histórico, tenemos desde 1987 una Filmoteca cuya sede está en el antiguo Hospital de San Sebastián, en pleno centro histórico de Córdoba. Una filmoteca que, como el resto de las filmotecas de nuestro país, sometidas a drásticos recortes, no pasa precisamente por su mejor momento.
Usted tal vez no sepa que en Andalucía también tenemos un flamante anteproyecto de Ley del Cine de 31 páginas, generosa concesión de Susana Díaz al sector audiovisual al dictado de sus "demandas históricas", para su impulso "económico, industrial y profesional" y, sobre todo, nacido al rebufo de los recientes éxitos obtenidos por algunas películas producidas, parcialmente, en Andalucía.
Usted tal vez tampoco sepa que, durante años, esta Filmoteca casi invisible no ha tenido la figura de un director técnico propiamente dicho, sino la de un indefinido e impreciso "responsable de contenidos", siendo el actual Pablo García Casado, prestigioso poeta cordobés quien, en el momento de su "nombramiento", en junio de 2008, tenía una dilatada experiencia en la gestión cultural local (IAJ, Consejería de Igualdad), pero no así un currículum específico en el ámbito cinematográfico. En todo caso, es imposible dar hoy con su nombre y su cargo en la propia web oficial de la Filmoteca.
Usted tal vez tampoco sepa que esa Filmoteca "sin dirección" y esa ambiciosa Ley del Cine aún sin vigencia se había camuflado en su organigrama como "director" y en "trabajos de redacción" a una misma persona, María Centeno, periodista y gestora cultural, hija del alcalde histórico del PSOE de la localidad malagueña de Genalguacil. Pero ojo, también a Alejandro J. Cárdenas Peñalver, hijo de la ex alcaldesa de Jaén Carmen Peñalver, tal y como han revelado informaciones recientemente publicadas en diversos medios. No consta, empero, que ninguno de ellos visitara u ocupara alguna vez despacho en la sede cordobesa.
A tenor de estas investigaciones e informaciones, que también afectan a otras instituciones como el Centro Andaluz de Flamenco, hemos sabido que había cargos (y sueldos) dobles donde, además, era especialmente llamativa la ausencia de un nombramiento técnico específico. Cabe preguntarse incluso si, durante el periodo de esta flagrante redundancia, alguna de las partes conocía la situación y, si la conocía, por qué no denunció (interna o públicamente) este agravio o ninguneo profesional y esta irregularidad manifiesta a costa del erario mientras los presupuestos iban menguando.
Con todos estos datos sobre la mesa, usted ya podrá hilar fácilmente la estrategia llevada a cabo, que sitúa en el disparadero de la prevaricación, tal y como apunta el acto del instructor del TSJA Miguel Pasquau Liaño, a Luciano Alonso, Consejero del ramo durante el periodo investigado. Una estrategia de colocaciónexprés a través de "cargos fantasma" de quita y pon que no puede escandalizar ya a nadie en este país.
Pero no es sólo eso lo que nos interesa denunciar, sino la triste instrumentalización que del cine, también del cine andaluz, se ha hecho y se sigue haciendo por parte de la clase política. Y es que da la sensación de que el cine es ese comodín, esa tierra incógnita, ese conjunto neutro y vacío, donde pueden colarse fácilmente y con impunidad las anomalías y los fraudes, la alfombra bajo la que nadie mira pero que todos recorren entusiasmados cuando es de terciopelo rojo y hay que pisarla para hacerse la foto con los artistas.
Todas estas mamelas e irregularidades demuestran que el cine, realmente, no le interesa a nadie, y menos aún en lo que respecta al patrimonio, al archivo, la conservación, la catalogación, la difusión, la investigación o la construcción de la propia historia, que es a lo que deberían dedicarse realmente los principales esfuerzos de una filmoteca o una ley gestionadas desde la Consejería de Cultura más allá de ser el cineclub local o de pretender crear una industria puntera.
El primer gesto serio y fiable de un cambio de rumbo ante estas viejas inercias de olvido y silencio sería, por ejemplo, dotar de una vez por todas a esta institución y a esta ley de los verdaderos medios, cargos y partidas necesarios para llevar a cabo sus cometidos fundacionales y su desarrollo. Pero tal vez sea mucho pedir.
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