El confinamiento nos muestra como débiles

Qué revelador es que nos tengan que dar consejos sobre cómo convivir. Nos tratan como a débiles

17 de marzo 2020 - 02:36

De tenerlo todo, de vivir en el cuerno de la abundancia y disfrutar de la opulencia, de pronto hay que decirle a la sociedad del bienestar en qué tiene que emplear el tiempo libre en casa. Parece mentira. Da hasta cierta vergüenza que los expertos tengan que orientar a la España adulta sobre qué hacer con el bien más preciado tras la salud: las horas sin una ocupación obligada.

Se comprende cuando se ven (y sufren) esos hoteles modelo colmena donde hay monitores o dinamizadores para huéspedes ya talluditos. Nos encanta ir de borregos. Somos los mejores representantes del pensamiento lanar. Nos cuesta un mundo gestionar nuestra propia libertad. Buscamos en cada momento el guía del paraguas para que nos lleve por la vereda de esta vida cotidiana entre paredes, como turistas a los que sólo preocupa hacer fotos y más fotos inútiles. Un buen confinamiento nos derriba en un fin de semana todo lo que era sólido. Nos deja ante el espejo de nuestra verdad más desnuda.

Qué revelador es que nos tengan que dar consejos sobre cómo convivir, como cuando nos recomiendan pautas para soportar un lunes por la mañana o un primero de septiembre. Nos tratan como a débiles porque nos conocen perfectamente.

Dicen que es normal que los psicólogos nos ayuden a sobrellevar el primer día tras las vacaciones porque la gran mayoría no tiene un trabajo vocacional y satisfactorio. Pero es que, al final, también nos tienen que hacer de cicerone en nuestras horas libres, ya sea en la calle con libertad o en casa confinados. Tal vez seamos unos perezosos mentales. El caso es que nos lo dan todo hecho hasta un punto que refleja cómo es la sociedad actual: menor de edad.

Uno no deja de pensar en los efectos que tienen todos los periodos de excesos. Los bancos se pasaron el principio de siglo dando créditos a quienes no pudieron pagar la cuota al mínimo revés. Estallamos en 2008. Los últimos cuatro años han bajado los precios de aviones y hoteles hasta el punto de que no hemos parado de viajar a los sitios más exóticos por largos periodos. Todos teníamos derecho a todo. Hoy estamos en casa. Le echan la culpa a un murciélago de China. Claro que sí. Esos animales que en nuestras infancias se colaban en el tambor de la persiana nunca fueron de fiar.

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