La corrupción no se debate

GANÓ Rubalcaba la oportunidad del debate por marcar el ritmo mediático del pugilato. Y ganará Rajoy en las urnas, como admitió el político socialista, que anoche sólo aspiraba a reducir la distancia en el escrutinio para que su partido no sufra una derrota estrepitosa, intentando que el líder del PP admitiera dónde meterá la tijera.

Rubalcaba lo tenía casi imposible para hacer olvidar su protagonismo ministerial en la era Zapatero, y para convertirse en una alternativa de sí mismo y del desastre económico en el que España está sumida. Quizá haya ganado algunos votos en Cazalla y Constantina, porque en uno de los rifirrafes salió a colación quién conocía la Sierra de Cádiz, y Rajoy unió en la retahíla los de la Sierra Norte de Sevilla con los de la comarca de Grazalema. Aunque manda huevos que Rubalcaba presuma de haber sido diputado cunero por Cádiz. Los gaditanos siguen encabezando el índice de paro.

La niña que Rajoy evocó para cerrar el debate de 2008, como símbolo de una nueva España más pujante, ni está ni se la espera. Rubalcaba está en campaña apoyándose en Felipe González, y Rajoy alude constantemente a las políticas de la era Aznar de las que él fue corresponsable. Pero si gobernamos como en el pasado, nos vamos al garete, porque las reglas del juego en Europa y en el mundo han cambiado por completo.

Creo que muchos ciudadanos echaron en falta más autocrítica por ambas partes. Ni el absurdo aeropuerto de Castellón lo han construido los extraterrestres, ni el de Ciudad Real los zombies. Y no hubo una sola palabra sobre la corrupción. Pacto de silencio, para no echarse en cara ni al Bigotes de Camps ni al primo de Pepiño, casualmente el día en el que la mano derecha de Jesús Gil, Juan Antonio Roca, hizo historia al confesar ante el tribunal cómo dirigía la corrupción de políticos y constructores en Marbella. La escuela de verano de todo el municipalismo y el autonomismo, ahora todos sin dinero, tras propiciar durante muchos años el saqueo.