La corrupción silenciada

Editorial

02 de abril 2009 - 01:00

EL Ayuntamiento de la capital andaluza ha admitido ahora que el cese del director general de la empresa municipal Mercasevilla y de su adjunto, a mediados de febrero pasado, no fue una dimisión por motivos personales, como informó entonces, sino una destitución decidida por el alcalde tras conocerse que la Fiscalía investigaba una denuncia, sólidamente fundamentada, de que ambos habían pedido una millonaria comisión a un empresario local a cambio de adjudicarle la formación de una Escuela de Hostelería. Paralelamente, el Partido Socialista anunciaba, también ahora, que ambos miembros han sido suspendidos de militancia en la agrupación Macarena, en la que ya se descubrió un sonado caso, ya juzgado, de falsificación de facturas municipales en beneficio de un constructor. Ambas actitudes revelan una práctica habitual en los partidos políticos y los cargos públicos, que no sólo es ilegítima, sino que a medio o largo plazo se vuelve contra sus protagonistas: el intento de ocultar los escándalos de corrupción, tráfico de influencias o sobornos de sus militantes a fin de que la opinión pública desconozca que se han producido. Al tener conocimiento la Junta de Andalucía de los hechos y ponerlos en conocimiento de la Fiscalía, el equipo de gobierno municipal y la organización del PSOE no han tenido más remedio que reconocer el escándalo. El resultado final es que el sectarismo y la autoprotección del partido termina por convertir un caso puntual e individual en un problema que afecta a la credibilidad de instituciones y autoridades. En un sistema democrático en el que la Justicia y la prensa libre funcionan como mecanismos de control y corrección de las conductas desviadas es prácticamente imposible que se mantenga el engaño mucho tiempo y que el manto de silencio pretendido permanezca sin ser levantado. Ningún partido o cargo público permanece exento de la acción de individuos que a su amparo y cobijo traten de lucrarse irregularmente. Lo que cabe exigir a todos ellos es firmeza y energía en detectar y perseguir estas actuaciones. Negarlas u ocultarlas no sirve y provoca el efecto contrario: el escándalo los salpica sin remedio.

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