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La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

En una cuesta a la que no se le ve la cima

Entramos de lleno en la cuesta de enero y lo que en otras ocasiones, no muchas, no pasó de ser un simple repecho, este 2021 es una pared. Una pared en toda regla, como la cara norte de un Tourmalet inaccesible que, además, no ofrece en su cima nada que merezca la pena. Y es que, en este enero pandémico, la puñetera cuesta es como una subida a ninguna parte, sin que al final de la escalada espere nada que merezca la pena, sino subir y subir hasta Dios sabe dónde. De siempre, la cuesta tenía en lontananza el señuelo de las fiestas primaverales y se subía con esfuerzo, pero con ilusión y la esperanza de que la meta estaba llena de regalos inmateriales, pero ciertamente gratificantes. Se apagaron las luminarias y los festolines navideños, la cuesta ya es un hecho indudable, sólo queda pedalear en busca de una meta que, digo yo, algún día se hará realidad, ¿no?

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