La ciudad y los días

Carlos Colón

Con el culo al aire

SANTIAGO Sierra es el autor de obras maestras como levantar limpiaparabrisas de coches, la vídeo-instalación Los penetrados (parejas interraciales penetrándose hetero y homosexualmente), tapiar el pabellón español en la Bienal de Venecia, llenar de monóxido de carbono una antigua sinagoga alemana, grabar a 10 personas masturbándose o hacer leer durante 120 horas seguidas una guía telefónica en árabe editada en Israel. El crítico de guardia que avisa a los despistados de lo que es y no es arte explicó que la lectura de la guía era "una metonimia del régimen de exclusión que viven los árabes en Israel". Añadiendo: "La guía telefónica se disloca y pierde ante nosotros -e inclusive ante los arábigo parlantes- su taxativa univocidad referencial para convertirse en otra cosa. Para decir otra cosa. Y para decirlo, si es que lo dice -que tampoco esto puede afirmarse de manera unívoca- bajo dos formas clásicas del desquiciamiento semántico: la metáfora, la metonimia". Perdonen lo extenso de la cita, pero la encontré irresistible.

Naturalmente Sierra tiene galerista, recibe encargos y ha expuesto en algunos de los más prestigiosos espacios de arte contemporáneo del mundo. Todos pagados con fondos públicos o mantenidos por fundaciones millonarias, naturalmente. Pero este artículo nada tiene que ver con este ocurrente señor. Allá él. Y quienes le paguen, siempre que no lo hagan con dinero público. De lo que aquí se trata es del corte de mangas que les ha hecho a los memos ilustrados del jurado que le ha otorgado el Premio Nacional de Artes Plásticas por "su obra crítica, que reflexiona sobre la explotación y la exclusión de las personas, y genera un debate sobre las estructuras de poder".

Lo bueno es que, por una vez, la manía de los poderes que manipulan la cultura, creyendo siempre que los artistas se refieren a otro cuando critican al poder, se ha vuelto contra los preciosos ridículos del jurado. Más listo o coherente que la directora general de Bellas Artes y Bienes Culturales, el director de Artium, el conservador jefe del Museo Thyssen-Bornemisza y los tres críticos de arte que integraban el jurado, Sierra ha rechazado el premio y se ha despachado a gusto, tachando a quien le premiaba de ser, entre otras cosas, un "Estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal". Buena lección para los popes de la cultura oficial que tienen la desvergüenza de fomentar la trasgresión desde sus despachos oficiales para maquillar el nunca grato rostro del poder. Más honrado o más listo, Sierra los ha dejado con el culo al aire. Muy suyo.

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