¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

En defensa del cazalla

En otros tiempos, por difundir los insultos al cazalla, Iglesias habría acabado en algún pilón de Sierra Morena

Si usted, amable lector, es una de esas almas puras que no frecuentan las redes sociales le pondremos en antecedentes. Nuestro vicepresidente Pablo Iglesias difundió recientemente un tuit alabando la novela Mongo Blanco, en la que el escritor Carlos Bardem narra la vera historia del malagueño Pedro Blanco, al parecer uno de los mayores negreros que ha tenido la historia. Hasta aquí, ningún reparo. No hemos leído el libro y no pondremos en duda su excelencia e interés. Pero mentiríamos bellacamente sin negásemos que una daga helada nos atravesó el maltrecho corazón cuando vimos que, en una de las páginas subrayadas por el prócer cárdeno, se calificaba al cazalla, la más alta flor de los aguardientes españoles y orgullo de la Sevilla serrana, como "pésimo brandi" y "veneno". Ay dolor. Por cosas muy menores, en pretéritos tiempos, antes de que Aznar apagase el vigor de los mozos hispanos al liquidar el sistema de quintas, el señor vicepresidente hubiese acabado en las puras y frías aguas de algún pilón de la Sierra Norte.

Si la Diputación sirviese para algo más que para alimentar a los ex alcaldes que sus vecinos corrieron a gorrazos, ya se habría organizado un acto de desagravio tal que nos hubiesen tomado por locos. Porque el cazalla es primado de los aguardientes españoles. Sin desmerecer al goyesco chinchón, al subbético rute, al digestivo orujo, al criollo pisco, al macho tequila o al melancólico bagaceira -todos hermanados en la comunidad iberoamericana- hay que decir que pocas aguas de fuego han exaltado tanto el ánimo de la tropa, infundido laboriosidad a los albañiles o calentado las gargantas de los más valientes cantaores que nuestro cazalla. Tanta es su virtud que su excesiva ingesta se traduce en eso que los antiguos llamaron una "papa cazallera", que es uno de los más altos escalones de la conciencia humana, por encima del nirvana budista, el trance chamánico o la elevación mística.

"Viva esa gente/ que dice las verdades/ con aguardiente", reza la copla creada por el genio anónimo del pueblo, ese al que Iglesias se supone que representa. Quizás ahí resida el problema. ¿Qué pretende el vicepresidente?, ¿que mancillemos nuestros paladares con Marie Brizard?, ¿que humillemos la memoria de nuestros antepasados con Peppermint? No negaremos las bondades del whisky, el oro viejo que estofa las armas de Escocia e Irlanda, pero la doliente alma hispana sólo sosiega su sed de eternidad con ese licor nacido a la sombra de alcornoques y encinas, arrullado por el dulce gruñir de los negros cerdos que pastan en los campos de esmeralda de la Sierra Morena sevillana.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios