Jornada de reflexión la de este segundo sábado de noviembre en que se celebra el trigésimo aniversario del derribo del Muro de Berlín. Sábado de reflexión que no impide, claro, opinar sobre cómo se acerca, a qué velocidad, el primer derbi de la temporada. Cuadragésimo noveno derbi de la historia en Primera División y vísperas como es habitual, con los nervios a flor de piel, que ni siquiera se tomaron vacaciones en tiempos supremacistas.

Siempre el derbi sin pronóstico claro, sin que ninguno de los dos acuda a la cita con la tranquilidad que da un trámite. Y en esta ocasión, y aun cuando el Sevilla tomó buena delantera en la tabla, no aparece como ganador de antemano. Es un derbi de Sevilla y no hay que ser un estudioso de la cosa para estar en el convencimiento de que el pronóstico propio se cumplirá sí o sí, que diría quien yo me sé. Ahora bien, no está prohibido apostar por uno de los dos.

Hasta el momento y tras treintaiséis puntos librados, los ocho que el Sevilla le lleva al Betis podrían determinar quién parte de favorito, claro que sí. Los de Lopetegui han sostenido una andadura más sólida que la del rival, pero es que la tropa de Rubi ha recibido una buena dosis de ilusión en los dos últimos choques. El gol de Fekir sobre la última campana la noche del Celta fue el motor para conseguir en el Bernabéu la gesta de invicto en tres años consecutivos.

Por su parte, el Sevilla puede haber curado el síndrome de abstinencia que sufría ante el marco contrario con el repóquer de goles en Luxemburgo. No obstante, no se trata de prueba del nueve alguna, ya que serán muy pocos los futbolistas que repitan en Heliópolis y tampoco el Dudelange es del nivel del Betis. O sea, lo de siempre cuando se va acercando el partido de los partidos según Sevilla. Nada nuevo bajo el Sol en esta jornada de reflexión sobre tanto y tanto como pasa.