La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

En las desgracias se conoce... a la Iglesia

Quienes están en el frente donde se combaten los efectos de la crisis son las muy diversas organizaciones católicas

Los economatos y comedores sociales de Sevilla registran ya el triple de demanda desde que en marzo cambió nuestra vida cotidiana. Resulta cuando menos revelador comprobar que quienes dan testimonio en ese frente de la caridad y de la asistencia social, donde se combate cada día contra los efectos sociales de la pandemia, son siempre miembros de organizaciones religiosas. Oímos y leemos cómo las Hijas de la Caridad no dan abasto a la hora dar de comer a mediodía en Triana, cómo la Orden de Malta y la de San Juan de Dios activan un programa de inserción laboral para ir más allá en su iniciativa, cómo se refuerza el economato del casco antiguo que promueven desde hace años las hermandades de la zona centro de la ciudad, donde las personas debidamente acreditadas pueden adquirir productos a precio muy rebajado.

Los artículos se venden al 25% de su coste gracias a que las hermandades pagan el 75% restante. Ayer supimos del restaurante El Charlatán, de la calle Arfe, regentado por Jaime Rodríguez de Moya, donde varias hermandades coordinadas con Cáritas (la Redención, los Estudiantes y la Quinta Angustia) enviarán a personas necesitadas a almorzar cada día. Cuántas veces no ha oído usted el testimonio de Mariano Pérez de Ayala, presidente de Cáritas en Andalucía, que siempre nos alerta de los pobres vergonzantes, de la generosidad de los sevillanos en los tiempos más adversos, o de cuántas veces no sólo se trata de pagar recibos de suministros básicos o facilitar víveres, sino de ayudar a muchas personas en gestiones de la vida cotidiana como comprar un bonobús o cumplimentar algún trámite ante el banco. A muchos les pesará, pero la realidad es tozuda: España sería un país mucho peor sin la Iglesia. Más insolidario, menos habitable. Más duro, con más aristas, con ciudadanos con menos dignidad. En las desgracias se conoce a los verdaderos amigos. Y en esta nueva crisis se comprueba, por ejemplo, a quiénes acudimos los propios periodistas cuando tenemos que localizar esas trincheras de la asistencia social en las que siempre hay sacerdotes, religiosas, personal del Cáritas, cofrades, cientos de voluntarios de diferentes congregaciones...

Con todos sus errores históricos y recientes, con todo el retraso que algunos le quieran achacar en la renovación de algunos de sus planteamientos, la Iglesia es hoy fundamental para ayudar al necesitado ante una nueva crisis social derivada de la sanitaria y la económica. El Estado no cubre todos los huecos. Y ni en Cáritas, ni en los comedores y economatos sostenidos por organizaciones religiosas, se piden carnés ni se pregunta el credo religioso. Se ayuda con los ojos cerrados.

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